El sufrimiento es útil y necesario.
Son los actos cometidos en el pasado o incluso en la vida anterior de un ser, los que determinan las condiciones de su próximo nacimiento o reencarnación, y la existencia. El sufrimiento ligado a los actos culpables tiene un doble origen: los propios actos, pero también los cometidos durante vidas anteriores.
El origen de los actos pecaminosos suele ser la ignorancia. Pero el hecho de no saber que un acto es culpable no permite evitar, si se comete, sus consecuencias indeseables, que dan lugar a otros actos culpables.
Por otra parte, se distinguen dos tipos de faltas: las que están «maduras», por así decirlo, y las que aún no lo están. Por faltas «maduras» entendemos aquellas cuyas consecuencias estamos sufriendo actualmente. Los otros son los que, aunque numerosos, se han acumulado en nosotros y aún no han producido sus frutos de sufrimiento.
El hombre que comete un crimen puede no ser atrapado inmediatamente y condenado, pero tarde o temprano lo será. Asimismo, tendremos que sufrir por algunas de nuestras faltas en el futuro, al igual que sufrimos hoy por otras que han «llegado a la madurez».
En efecto, las faltas y los sufrimientos se suceden, sumiendo al alma condicionada en el dolor vida tras vida. En su vida presente sufre las consecuencias de los actos cometidos en su vida anterior, y con sus actos presentes se prepara para nuevos sufrimientos en el futuro.
Las faltas «maduras» o «consumadas» pueden dar lugar a enfermedades crónicas, problemas con la ley, baja natalidad, educación inadecuada o mal aspecto físico.
Nuestras acciones pasadas nos agobian hoy, y nuestras acciones presentes nos preparan para el sufrimiento futuro. Pero esta cadena puede romperse de un plumazo para quien adopta la conciencia de Dios y le sirve con amor y devoción. Esto significa que el servicio amoroso y devocional al Señor es capaz de reducir nuestros pecados y todas las impurezas a la nada.
El sufrimiento es útil y necesario, porque nos permite conocer, a través del dolor que sentimos, lo que generan los malos pensamientos, las palabras y las acciones, y así tomar la firme resolución de no volver a hacer el mal en ninguna forma a nadie, ya sea humano, animal o vegetal.