El principio egoísta inherente a la ignorancia en el origen de la galaxia de la Vía Láctea, así como de todas las demás galaxias, y el principio egoísta inherente a la pasión en el origen de los sentidos, y el inherente a la virtud en el origen de los diversos seres celestiales que actúan como maestros en este mundo, sigue siendo Él.
Siempre Él, la energía ilusoria, maya, provoca la reencarnación perpetua del ser condicionado de una forma a otra.
Como la materia está presente en todo, Él está presente a través de toda la manifestación material en la forma del Alma Suprema, también llamada Espíritu Santo. Él es la causa soberana de todas las causas, el principio Eterno.
Todo es, en verdad, una manifestación de Su energía única. Los tres atributos y modos de influencia de la naturaleza material; la virtud, la pasión y la ignorancia, así como el resultado de su interacción, están vinculados a Él a través de Su poder interno. No son independientes, pues toda la energía material descansa en Él, el Espíritu Santo, el Alma Suprema.
Aunque el poder de los sentidos, el poder de la mente para pensar, sentir y querer, y el poder, los movimientos y el crecimiento del cuerpo parecen ser el resultado de los diversos movimientos del aire dentro del cuerpo, en realidad sólo son manifestaciones de Su energía. Como causa última de todas las cosas, Su energía suprema adopta mil formas, y precisamente porque es Su energía, está presente en todas partes a través de Sus diferentes energías.
En la forma del Alma Suprema, el Señor mora en los corazones de todos los seres vivos, los seres celestiales, los seres humanos, los animales y las plantas, como el Guía Supremo y el Testigo Supremo, lo que en realidad indica que Él ya está actuando como el consejero de todos los seres.
(Para más información sobre este tema, véase el logos 2)