Palabras de sabiduria, la sabiduria de Dios
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Al entrar en el cuerpo de cada ser vivo en la forma del Alma Suprema, Dios anima el cuerpo material, los sentidos, los aires de la vida y las actividades mentales, y así los órganos etéreos y groseros comienzan sus funciones.

La conciencia es la energía del alma, y se difunde por todo el cuerpo a través de los glóbulos rojos que componen la sangre que circula por él.

El alma flota, llevada por los cinco tipos de aire (prana, apana, vyana, samana y udana). Situado en el corazón, dispensa su energía, la conciencia, a todo el cuerpo. Una vez purificado de la contaminación de estos cinco tipos de aire material, revela su poder espiritual.

El alma es el principio vital del cuerpo material, donde su influencia está en todas partes. La conciencia se manifiesta ejerciendo su influencia en todo el cuerpo; es la prueba de la presencia del alma, que es su fuente. Todos los que están iluminados por el conocimiento de los datos de la ciencia espiritual saben que el cuerpo privado de conciencia es un objeto sin vida, que nada puede revivir.

En realidad, la energía del alma extendida por el cuerpo es lo que se llama conciencia. Es porque la conciencia se extiende por todo el organismo que el ser experimenta sensaciones de dolor o placer en cada parte de su cuerpo.

Si el alma (cada uno de nosotros es en verdad un alma individual distinta de Dios), es la poseedora del cuerpo en el que está encarnada, entendamos que Dios es el Supremo poseedor.

En realidad, a pesar de su tamaño infinitesimal, el alma sólo mide una diezmilésima parte de la punta de un cabello, posee un gran poder que le permite hacer funcionar el cuerpo y, con su fuerza vital, mantenerlo vivo. Si sale del cuerpo, éste se derrumba sin vida.

El alma es en realidad un átomo espiritual, una partícula de energía espiritual, también llamada chispa espiritual, un pequeño fragmento de la Persona Suprema, Krishna.

No ha nacido y, por tanto, es inmortal. No se crea en el momento en que se forma el cuerpo, ni muere en el momento en que el cuerpo deja de vivir. Sólo lo que nace debe también morir. El alma no tiene pasado, presente ni futuro. Es eterno y original. Tampoco envejece como el cuerpo, y los cambios de éste no le afectan. Tampoco engendra descendencia. Aunque no podemos percibir la presencia del alma en el corazón donde reside, sí podemos aprehender su existencia a través de la conciencia que emana de ella.

Tiene la presencia de Dios que reside en el corazón con ella y que activa y aviva para ella los diversos sentidos, el aliento vital, el corazón, la mente y los hace cobrar vida. Entonces puede tomar el mando del cuerpo y actuar como quiera, ya que el Señor se lo permite.

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