Logos 472
El sufrimiento es útil y necesario.
En verdad, nuestros pensamientos, palabras y actos tienen efectos que traen consecuencias, buenas o malas, dependiendo de la naturaleza de nuestra mente y corazón.
Son los actos cometidos en el pasado o incluso en la vida anterior de un ser, los que determinan las condiciones de su próximo nacimiento o reencarnación, y la existencia. Los sufrimientos ligados a los actos culpables tienen un doble origen: los propios actos, pero también los cometidos en vidas anteriores.
El origen de los actos culpables suele ser la ignorancia. Pero no saber que un acto es incorrecto no significa que, si uno lo comete, pueda evitar sus consecuencias indeseables, que dan lugar a otros actos ilícitos.
Por otra parte, se distinguen dos tipos de faltas: las que están «maduras», por así decirlo, y las que aún no lo están. Por faltas «maduras» entendemos aquellas cuyas consecuencias estamos sufriendo actualmente. Los otros son los que se acumulan en nosotros y aún no han producido sus frutos de sufrimiento.
El hombre que comete un crimen puede no ser atrapado inmediatamente y condenado, pero tarde o temprano lo será. Del mismo modo, tendremos que sufrir por algunas de nuestras faltas en el futuro, al igual que sufrimos hoy por otras que han «llegado a la madurez».
Así es que las faltas y los sufrimientos se suceden, sumiendo al alma condicionada en el dolor vida tras vida. Sufre en su vida presente las consecuencias de los actos cometidos en su vida anterior, y se prepara, con sus actos presentes, para nuevos sufrimientos en el futuro.
Las faltas «maduras» o «consumadas» pueden dar lugar a enfermedades crónicas, problemas con la ley, baja natalidad, educación inadecuada o mal aspecto físico. Nuestras acciones pasadas nos agobian hoy, y nuestras acciones presentes nos preparan para el sufrimiento futuro. Pero esta cadena puede romperse de un plumazo para quien adopta la conciencia de Dios y le sirve con amor y devoción. Esto significa que el servicio de amor y devoción ofrecido al Señor es capaz de reducir nuestros pecados y todas las impurezas a la nada.
El sufrimiento es útil y necesario, porque nos permite conocer, a través del dolor que sentimos, lo que generan los malos pensamientos, las palabras y las acciones, y así tomar la firme resolución de no volver a hacer el mal en ninguna forma, a nadie, humano, animal o vegetal.