Palabras de sabiduria, la sabiduria de Dios
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El Señor enseña.

El mal es el resultado de la ruptura con Dios, y todos los que se entregan a él sufrirán las consecuencias en forma de severas sanciones. A los que persisten en el camino del mal, como los terroristas, los racistas, los mentirosos, los que odian, los envidiosos, los malhechores, los ladrones, los tramposos, los incrédulos,

El Señor dice: «El hombre bueno se ha ido, y ya no hay ningún justo. Todos están emboscados para derramar sangre, cada uno tendiendo una trampa a su hermano. Cuando extiendes tus manos, desvío mis ojos de ti. Cuando multiplicas tus oraciones, no te escucho; tus manos están llenas de sangre.»

El Señor, en su gran bondad, ayuda a los seres demoníacos a recuperar la razón.

Los seres demoníacos se sumergen, vida tras vida, en una ignorancia cada vez más profunda, hasta que se hunden en la especie animal inferior, donde no tienen acceso al conocimiento de la Verdad Absoluta, el Señor Supremo.

Pero por la gracia de las almas liberadas, servidores de Krishna, Dios, la Persona Suprema, que aparecen en diferentes tierras por la voluntad del Señor, estos seres demoníacos llegan gradualmente a corregirse y a recuperar su conciencia de Dios.

Es Dios quien rige y gobierna el mundo, no el hombre.

Alejarse de Dios, rechazar Su palabra, Su enseñanza, Sus preceptos, Sus leyes y Sus mandamientos, oscurece la mente del hombre y lo sumerge en la maldad, pero él no es consciente de ello.

Krishna, Dios, la Persona Suprema lo controla todo.

Dios, la Persona Suprema, observa los objetivos de las actividades sensoriales de todos los seres. El ser vivo encarnado no puede ni siquiera dar un paso sin que Dios lo guíe. Bajo la influencia de maya, la energía ilusoria del Señor, el ser vivo quiere disfrutar de los placeres de este mundo, pero a menos que el Señor le dirija y le dé la memoria de sus vidas anteriores, no hará ningún progreso hacia su meta en la existencia.

El alma encarnada, condicionada por la materia, se dirige erróneamente hacia una meta equivocada, vida tras vida, y es Dios quien le recuerda esta meta. En el transcurso de una vida, el alma condicionada desea progresar hacia una determinada meta, pero lo olvida todo cuando cambia de cuerpo. Sin embargo, como desea disfrutar de algo en este mundo, Dios se lo recuerda en su próxima vida.

Debido a que el alma condicionada a veces desea olvidarse de Dios, por Su gracia, el Señor proporciona los medios para que lo haga, casi perpetuamente, vida tras vida.

Cuanto más se aleja una persona de Dios, más rechaza Sus preceptos, leyes y mandamientos, y más se nubla y confunde su mente, y más se deja llevar por el odio y la violencia. No sabe que en realidad es Dios quien sostiene este mundo, quien lo dirige, y que él nunca puede hacer nada al respecto.

Son las actividades dirigidas a la satisfacción de los sentidos y cuyo único propósito es complacer a la mente y a los sentidos, las que son la causa de la esclavitud a la materia. Mientras el alma se entregue a estas acciones egoístas, no dejará de reencarnarse de una especie a otra.

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