El amor de las gopis exalta el encanto de Krishna. Este encanto, a su vez, intensifica su amor, ya que encuentran una gran satisfacción en él. La felicidad que experimenta el foco del amor proviene de la felicidad que experimenta el objeto de ese amor. No se trata de una relación basada en el deseo de satisfacción personal. Esta es la naturaleza intrínseca del amor desinteresado.
Es en la satisfacción de la amada donde el amante encuentra su placer, su alegría. Cuando el placer del amor obstaculiza el servicio ofrecido al Señor Krishna, el devoto se irrita con tal éxtasis.
En realidad, el sentimiento de felicidad de las gopis era indirecto, porque depende totalmente de la satisfacción de Krishna. Este es siempre el caso del amor inmotivado a Dios. Este amor puro sólo es posible cuando el siervo o la sierva deriva su felicidad de la de su amo, en este caso Krishna, Dios, la Persona Suprema. Conocen los deseos de Dios, y cómo servirle con perfecto amor por su placer. Realizan su servicio de forma experta para la satisfacción de sus seres queridos.
Tomemos por ejemplo el intercambio de amor entre la diosa Radharani y Krishna, y entre las gopis y Krishna.
Estos intercambios de sentimientos entre Krishna y Radharani son muy difíciles de entender para cualquiera que no esté ya establecido en el nivel de la virtud pura. Ni siquiera la virtud material permite captar esta reciprocidad trascendental. Por lo tanto, hay que ir más allá para alcanzarlo, porque el intercambio de sentimientos entre Radharani y Krishna no es un asunto del universo material.
Ni siquiera el más hábil razonador puede entender esto, ni directa ni indirectamente. Las actividades materiales se relacionan con el cuerpo material o la mente más sutil. Pero el intercambio de sentimientos entre Radharani y Krishna trasciende toda especulación intelectual. Sólo los sentidos purificados, libres de todas las designaciones del mundo material, pueden permitir conocer este conocimiento espiritual.
Los sentidos purificados sí pueden apreciar estos retozos espirituales, mientras que los impersonalistas (los que creen que Dios es un Ser Espiritual sin forma), privados de la noción misma de sentidos espirituales, sólo pueden percibir lo que está al alcance de sus sentidos materiales, de modo que no pueden comprender los intercambios o retozos basados en los sentidos espirituales. Los que poseen un conocimiento puramente empírico, por muy desarrollado que esté, sólo pueden satisfacer sus embotados sentidos materiales entregándose a burdas actividades físicas o a la especulación intelectual. Todo lo que procede del cuerpo o de la mente material es tan imperfecto como perecedero, mientras que las actividades espirituales y absolutas son tan luminosas como sublimes.
El amor puro inherente al plano absoluto es el modelo de pureza, es decir, libre de afectos materiales y totalmente espiritual. El afecto por la materia es efímero, como demuestran las vicisitudes sexuales del mundo material, que brillan por su ausencia en el mundo espiritual. Los obstáculos a la satisfacción de los sentidos son la causa de la angustia material, que no puede compararse con la separación espiritual, donde no hay ni los fallos ni las vicisitudes inherentes a la materia.