Algunos de estos sacrificios están destinados a satisfacer a determinados seres celestiales, pero de nuevo, Visnu es el beneficiario final. Cuando se realizan perfectamente, los seres celestiales encargados de satisfacer las distintas necesidades naturales del hombre quedan automáticamente satisfechos y le proporcionan lo que necesita.

Los sacrificios también aportan otros beneficios, el mayor de los cuales es liberarnos de las cadenas de la materia. Al realizar estos sacrificios, todas nuestras acciones se purifican.

Los Vedas, las escrituras sagradas originales, también llamadas el «verdadero evangelio», afirman: Mediante la realización de sacrificios, nuestra comida ofrecida como sacrificio se santifica, y cuando comemos alimentos santificados, nuestra existencia se vuelve más pura. Bajo la influencia de esta purificación, los tejidos sutiles de la memoria se santifican, y cuando la memoria se santifica, uno puede entonces emprender el camino de la liberación.

Todos estos elementos juntos conducen a la conciencia de Krishna o conciencia de Dios, que es la única que ofrece una respuesta a las necesidades básicas de la sociedad actual.

Satisfechos por estos sacrificios, los seres celestiales no dejan de satisfacer todas las necesidades del hombre. Pero quien disfruta de sus regalos sin ofrecer nada a cambio es un ladrón.

Por eso, Jesús dijo a este efecto: Los ángeles vendrán a ti con los profetas, y te darán lo que te corresponde. Dadles también lo que tengáis en vuestras manos, y deciros a vosotros mismos: ¿Cuándo vendrán a recibir lo que es suyo?

Los seres celestiales son agentes del Señor Krishna o Visnu, responsables de proporcionar a todos los seres vivos, humanos, animales y vegetales, lo que necesitan. Por lo tanto, uno debe hacerlos favorables a uno mismo realizando los sacrificios recomendados en las sagradas escrituras.

Los seres celestiales son encargados por el Señor Krishna o Visnu, de velar por los intereses y el buen funcionamiento de la galaxia material. Esto es así para todas las galaxias.

Debemos tener en cuenta que son los seres celestiales, agentes del Señor, los que proveen las necesidades vitales de los seres vivos, los seres humanos, los animales terrestres y acuáticos y las plantas. Nadie es capaz de crear lo que necesita.

El alimento del hombre influido por la virtud; cereales, frutas, verduras, productos lácteos, azúcar... o el del hombre influido por la pasión y la ignorancia; carne, pescado, huevos..., no puede ser creado por ellos, como tampoco el calor, la luz, el agua o el aire, tan indispensables.

Sin el Señor Supremo, no habría luz del sol, ni luz de la luna, ni lluvia, ni viento..., y nadie podría vivir. Evidentemente, nuestra vida depende totalmente de la generosidad del Señor. Incluso las numerosas materias primas necesarias en nuestras fábricas (metal, azufre, mercurio, manganeso y tantas otras), nos son proporcionadas por los agentes del Señor, para que podamos hacer un uso sano de ellas, para dar a la sociedad condiciones favorables para la realización espiritual, que nos llevará al objetivo último de la existencia, la liberación de la materia. Este objetivo puede alcanzarse mediante la realización de sacrificios.