Conocer la relación íntima con el Señor es la meta más alta de la vida humana.
El verdadero propósito de la existencia es llegar a conocer a Dios como realmente es, redescubrir nuestra verdadera identidad espiritual, renovar nuestro vínculo con Él, amarlo, vincular nuestros deseos e intereses con los Suyos, rendirnos a Él, y volver a nuestra morada original en el reino absoluto del Señor, para servirle con amor y devoción, y vivir en su divina compañía por la eternidad.
Todos somos entidades espirituales separadas, fragmentos eternos de Krishna, Dios, la Persona Suprema. Existimos desde toda la eternidad como fragmentos, incluso después de alcanzar la liberación espiritual. Pero una vez liberados de la materia, estos diminutos fragmentos eternos de Dios viven eternamente con Él, la Persona Suprema, y disfrutan del conocimiento y la dicha absolutos en su compañía.
El Señor dice: «Aquel que no se ve afectado por las alegrías y las penas, que permanece sereno y resuelto en todas las circunstancias, es digno de la liberación.»
Quien, firmemente decidido a realizar su Yo espiritual, es capaz de tolerar los embates tanto de la infelicidad como de la felicidad, está preparado para alcanzar la liberación, para ser libre de la materia. Lo mismo ocurre con el orden de la renuncia [el desapego de las cosas de este mundo material, el desinterés por los placeres materiales, el rechazo de los objetos que despiertan el placer de los sentidos y el rechazo natural del materialismo], que requiere enormes sacrificios por parte de quien lo adopta, pero ningún obstáculo detiene al ser humano que está verdaderamente deseoso de hacer su vida perfecta.
Las mayores dificultades provienen del hecho de que es imperativo romper las relaciones familiares y sociales, y por lo tanto abandonar la compañía de la esposa y los hijos. Pero el que puede tolerar esta separación hace un camino rápido hacia la realización espiritual. Sólo con esa fuerza y determinación uno puede liberarse de las ataduras que lo mantienen cautivo en el mundo material y volver a su lugar original en el reino de Dios.
A diferencia del mundo espiritual, el universo material es un mundo muerto, pues la materia es inerte y sólo cobra vida a través del contacto con los seres vivos, las almas espirituales, pequeños fragmentos eternos, parcelas eternas, partes integrantes de Dios.
Dichoso el que es consciente de su verdadera identidad espiritual, porque permanece constantemente en la luz.
El amor puro a Dios es el objetivo último de la existencia.