Logos 416
Los hombres que pertenecen a la raza de los ladrones y salteadores reciben una parte del bosque como hogar.
Los pensamientos, las palabras y las acciones causan efectos positivos o negativos, que tendrán consecuencias en la vida de su autor, ya al final de su vida actual, pero seguramente en la siguiente. Esta es la aplicación del karma, la ley de acción y reacción, o la ley de causa y efecto. El karma es una justicia infalible.
Al igual que a los animales se les asignan territorios en el bosque y las montañas, también los seres humanos, que tienen un comportamiento animal, están destinados a vivir en esos lugares.
Nadie puede alcanzar la vida civilizada a menos que adopte la conciencia de Krishna, la conciencia de Dios, porque de acuerdo con las leyes de la naturaleza a cada uno le corresponde una situación particular según su karma y su relación con las gunas, los tres atributos y modos de influencia de la naturaleza material; la virtud, la pasión y la ignorancia.
Si los hombres desean vivir en armonía y paz, deben optar por la conciencia de Krishna, pues mientras permanezcan absortos en una concepción corpórea de la existencia, serán incapaces de elevarse al nivel más elevado de la existencia.
Lo mismo ocurre con los hombres que permanecen apegados a sus posiciones privilegiadas hasta la muerte y nunca desean abandonar los encantos del hogar o su posición social ni siquiera en sueños.
Prisioneros de tales fantasías, los materialistas hacen mil planes para hacer su vida aún más cómoda, pero de repente llega la muerte. Cruel y despiadado, le quita a nuestro gran planificador contra su voluntad y le obliga a abandonar su cuerpo y ponerse uno nuevo.
Según lo que haya hecho en su vida actual, se verá obligado a tomar un cuerpo de una de las 8.400.000 especies vivas, ya sea humana, animal o vegetal.
Por lo general, los que están demasiado apegados a los dulces del hogar se ven obligados a renacer entre las especies más bajas debido a los actos pecaminosos que han acompañado a una larga vida dedicada al pecado. Así desperdician toda la energía que la forma humana les había proporcionado.