Palabras de sabiduria, la sabiduria de Dios
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Logos 389

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Dios, la Persona Suprema, reina sobre la inmortalidad. El Señor quiere que el ser humano tenga una idea clara de su reino eterno y absoluto.

El mundo espiritual, que se manifiesta por la energía interna de Dios, abarca las tres cuartas partes de toda la creación, estando la otra cuarta parte representada por el cosmos material. Los planetas del mundo espiritual superan a los del cosmos material en una proporción de al menos tres a uno, y todos ellos poseen una naturaleza totalmente espiritual. El concepto de dicha espiritual se manifiesta allí en toda su plenitud. Cada uno de estos planetas espirituales es absoluto, indestructible y libre de todas las imperfecciones de este mundo material. Cada uno produce su propio resplandor, que equivale al inconcebible resplandor de millones de soles juntos. Los que habitan allí están libres de la vejez, la enfermedad, la muerte y el renacimiento, y su conocimiento perfecto lo abarca todo. Son puros y libres de toda forma de deseos. Como el propio Señor, su cuerpo espiritual es todo conocimiento, dicha y eternidad. Allí sólo actúan para ofrecer al Señor Soberano de los planetas espirituales un servicio amoroso sublime. Estos seres liberados cantan constantemente los himnos del Sama-veda, maravillosos cantos espirituales a la gloria del Señor Krishna.

El reino de Dios es espiritual y absoluto. En el reino absoluto, el Señor y Sus siervos eternos poseen todos formas de carácter auspiciosas, infalibles, espirituales y eternamente jóvenes. En resumen, no hay nacimiento, vejez, enfermedad o muerte. Esta tierra eterna, rica en placeres espirituales, contiene belleza y dicha.

Como maestro de la inmortalidad y, por tanto, inmortal él mismo, Krishna, el Señor Supremo, puede otorgar esta cualidad a sus devotos. Por lo tanto, los que alcanzan sus moradas inmortales nunca tendrán que volver a este mundo material donde reinan la muerte y el sufrimiento. Este sufrimiento brilla por su ausencia en el reino eterno de Dios, libre para siempre de la influencia del tiempo eterno, y por tanto de todo temor. La verdadera felicidad es inherente al mundo espiritual. El reino absoluto está por naturaleza saturado de felicidad, una felicidad que aumenta constantemente por la fuerza del aprecio siempre renovado. Allí, la dicha nunca se apaga.

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