Logos 384
Tan pronto como el ser humano, a través de la realización de su identidad espiritual, toma conciencia de que sus envolturas corporales, tanto materiales como sutiles, no tienen nada en común con su verdadero ser, se conoce y se ve a sí mismo y, al mismo tiempo, ve al Señor.
La realización espiritual difiere de la ilusión material en que percibimos que las formas temporales e ilusorias, el cuerpo material y el cuerpo etéreo, que la energía material nos impone son sólo envolturas superficiales del verdadero ser. Estas envolturas son sólo el resultado de la ignorancia, y nunca pueden cubrir al Señor Supremo. Alcanzar la certeza de esto es propiamente lo que se llama liberación, o la visión del Absoluto. Por lo tanto, alcanzar la perfecta realización espiritual significa adoptar la vida espiritual, que es toda virtud. Realizar la propia identidad espiritual significa que uno se vuelve indiferente a las necesidades de los cuerpos materiales y etéreos para considerar más seriamente las actividades del alma. El impulso para actuar proviene del alma; si ignoramos nuestro verdadero ser, si ignoramos la naturaleza espiritual del alma, nuestras actividades se vuelven ilusorias. Sumergido en esta ignorancia, el ser cree encontrar su propio interés en el de los cuerpos materiales y etéreos, y así, vida tras vida, sigue actuando en vano, desperdiciando sus energías. Sólo cuando cultiva el conocimiento de su verdadera identidad comienzan sus actividades como alma espiritual. Y quien sintoniza sus acciones con la naturaleza del alma es llamado alma liberada incluso en el corazón de la materia.
Ese nivel se alcanza al refugiarse en el Señor, que siempre trasciende la materia. Cuando el ser condicionado cultiva el conocimiento espiritual y reza al Señor para que lo libere de las garras del olvido de su verdadera identidad, el Señor, en su infinita misericordia, quita el velo de la ilusión que lo cubría, para que pueda realizar su verdadera identidad. El alma así realizada recupera entonces su condición natural, original y eterna, y se dedica así al servicio del Señor, liberada de todas las condiciones materiales. Todo esto se realiza por la voluntad del Señor, a través de sus poderes externos, o directamente, a través de sus poderes internos.