Palabras de sabiduria, la sabiduria de Dios
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Logos 349

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El Señor nos enseña a meditar centrando nuestros pensamientos en su Persona Divina.

Mediante la práctica del control de la respiración uno puede eliminar la contaminación de su condición fisiológica, y mediante la concentración de la mente uno puede liberarse de todos los actos pecaminosos. Mediante la disciplina de los sentidos uno puede escapar del contacto de la materia, y mediante la meditación en Dios, la Persona Soberana, uno puede liberarse de las garras de los tres atributos o modos de influencia de la naturaleza material (virtud, pasión, ignorancia), la fuente del apego material. Cuando la mente está así purificada por esta práctica de yoga, uno debe entonces concentrarse en la punta de la nariz, con los ojos medio cerrados, y contemplar la forma del Señor Soberano.

El Señor Soberano muestra un rostro sonriente, parecido al del loto, con ojos de tonalidad rojiza como el interior de un loto, y una tez oscura como los pétalos del loto azul. En tres de sus manos lleva una caracola, un disco y una maza. Una tela sedosa, del amarillo brillante de los filamentos del loto, ciñe sus lomos. En Su pecho lleva el Srivatsa, un mechón de pelo blanco, y la resplandeciente joya Kaustubha cuelga de Su cuello. También lleva al cuello una guirnalda de hermosas flores silvestres, alrededor de la cual zumba un enjambre de abejas, embriagadas por su dulce fragancia. También lleva un hermoso collar de perlas, una corona y pares de brazaletes, pulseras y tobilleras. Un cinturón rodea Sus lomos y caderas, y Él se encuentra en el loto del corazón de Su devoto. Su aspecto es de lo más encantador, y su comportamiento sereno deleita los ojos y las almas de los seres santos que lo contemplan.

El Señor es eternamente bello y digno de la adoración de los habitantes de todos los planetas. Su juventud es eterna y siempre está dispuesto a derramar sus bendiciones sobre sus devotos. Las glorias del Señor son siempre dignas de ser cantadas, pues realzan las de sus devotos. Por lo tanto, se debe meditar en el Señor Soberano así como en Sus devotos; se debe meditar en Su forma eterna hasta que la mente se estabilice. Así, constantemente absorto en el servicio devocional, el espiritista ve al Señor de pie, reclinado, sentado frente a él o moviéndose de un lado a otro, pues Sus entretenimientos siempre resultan maravillosos y atractivos.

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