Siguiendo este camino, el espiritualista desarrolla gradualmente el amor puro por el Señor Soberano, Sri Hari. En el transcurso de su progreso en el camino del servicio devocional, los pelos de su cuerpo se erizan de alegría extrema, y está bañado en un flujo constante de lágrimas causadas por su intenso amor. Poco a poco, incluso su mente, que solía atraer al Señor como un pez es atraído por un anzuelo, abandona toda actividad material. Cuando la mente está así perfectamente libre de todas las impurezas materiales y desapegada de todos los objetivos materiales, se vuelve como la llama de una lámpara. Entonces se une verdaderamente con la mente del Señor Supremo, y puede percibirse como Uno con Él, estando libre del torrente de influencias materiales combinadas. Ahora, situada en el nivel espiritual más elevado, la mente se desprende de todas las reacciones materiales y se establece en su propia gloria, más allá de todas las concepciones materiales de felicidad e infelicidad. En ese momento, el espiritualista se da cuenta de la verdad de su relación con Dios, la Persona Suprema. Descubre que las alegrías y las penas que se atribuyen a su propio ser, así como sus interacciones, son en realidad el resultado del falso ego solo, que es un producto de la ignorancia.
Debido a que ha recuperado su verdadera identidad, el alma plenamente realizada no es consciente de cómo se mueve o actúa el cuerpo material, al igual que un hombre borracho no es consciente de si está vestido o no. El Señor Soberano mismo se hace cargo ahora del cuerpo así como de los sentidos de un espiritualista liberado, para que sus funciones se mantengan hasta que su destino se cumpla. El santo liberado, que ha despertado a su posición natural y eterna y está así establecido en samadhi (éxtasis espiritual, dicha espiritual, meditación constante en el Señor
Krishna), el nivel más alto de perfección en el yoga, ya no ve los productos de su cuerpo material como propios. Por lo tanto, considera las actividades de este cuerpo como manifestaciones de un sueño. Por profundo afecto a la familia y a la riqueza, uno verá a un hijo o al dinero como propios, y por afecto al cuerpo material, lo considerará de la misma manera. Pero en verdad, así como uno puede entender que la familia y la riqueza son diferentes de uno mismo, el ser liberado sabe que es diferente de su cuerpo. El fuego en sí mismo es diferente de las llamas, las chispas y el humo, aunque todos estos elementos siguen íntimamente ligados porque proceden de la misma madera ardiente.