El espiritista debe entonces meditar en la expresión del rostro de loto del Señor, que muestra sus diversas formas en este mundo por compasión hacia Sus ansiosos devotos. Su nariz es prominente y sus mejillas cristalinas se iluminan con el vaivén de sus relucientes pendientes de cocodrilo.
El espiritista debe entonces meditar en el rostro radiante del Señor, enmarcado por rizos de cabello y embellecido por sus ojos de loto y sus cejas danzantes. Un loto rodeado de abejas y un par de peces retozando en las olas se avergonzarían de su gracia ante la suya.
El espiritista debe contemplar con profunda devoción las miradas compasivas que frecuentemente lanzan los ojos del Señor, pues alivian las tres temidas formas de sufrimiento [las que surgen del cuerpo y la mente, las causadas por otras entidades vivientes y las que se originan en la naturaleza material; huracanes, vientos violentos, lluvias torrenciales, frío extremo, etc., impulsados por los seres de los planetas superiores, que gobiernan las diversas funciones de la naturaleza material] que abruman a sus devotos. Estas mismas miradas, acompañadas de sonrisas afectuosas, abundan en la gracia.
Del mismo modo, el espiritualista debe meditar en la amable sonrisa del Señor, Sri Hari (uno de los innumerables Nombres de Krishna), que, para todos aquellos que se inclinan ante Él, seca el océano de lágrimas del dolor más intenso. Todavía debe meditar sobre sus cejas arqueadas que su poder interior manifiesta para encantar al dios de la voluptuosidad por el bien de los sabios. Con devoción amorosa, el espiritualista debe meditar desde lo más profundo de su corazón en la risa de Sri Visnu; esta risa es tan cautivadora que uno puede meditar fácilmente en ella, y cuando el Señor Supremo ríe de esta manera, uno puede ver entonces Sus pequeños dientes, como capullos de jazmín teñidos de rosa por el esplendor de Sus labios. Habiendo dedicado su mente a esta meditación, el espiritualista no debe desear ver nada más.