El falso ego es la fuerza que ata al alma encarnada a la existencia material.
El alma encarnada está influenciada principalmente por la ignorancia y produce el falso ego. La totalidad última de la materia actúa como intermediaria entre el elemento espiritual puro y la existencia material. Se encuentra en la frontera entre lo material y lo espiritual, la fuente del falso ego del ser condicionado por la materia. Todos los seres son almas distintas que emanan del Señor Supremo, pero bajo la presión del falso ego, las almas condicionadas, aunque son parte integrante del Ser Soberano, pretenden ser los amos y beneficiarios de la naturaleza material.
Este falso ego es la fuerza que encadena al ser individual distinto de Dios a la existencia material. El Señor ofrece una y otra vez a las almas condicionadas y descarriadas la oportunidad de liberarse de este falso ego, y es con este propósito que la creación material ocurre a intervalos regulares.
Es cierto que Dios proporciona a las almas materialmente condicionadas todos los medios necesarios para rectificar las actividades del falso ego, que se basan en el cuerpo y la mente, pero no interfiere de ninguna manera en la diminuta independencia de la que gozan como emanaciones parciales de Su Persona.
El falso ego también significa querer dominar la materia, o identificarse con el propio cuerpo material. Es este espíritu de dominación artificial lo que llamamos el falso ego.
La función principal del falso ego es mantener el ateísmo. Cuando un ser olvida su posición natural como alma espiritual, una chispa divina eternamente subordinada al Señor Supremo, y busca la felicidad independientemente de Dios, desarrolla aproximadamente dos actitudes: primero se entrega a la acción interesada durante mucho tiempo para obtener alguna ventaja personal o para satisfacer sus sentidos, y luego, después de agotarse y frustrarse por este tipo de búsqueda, toma el camino de la especulación filosófica, y llega a creer que es igual a Dios.
Esta falsa sensación de ser Uno con Dios es la última trampa de la energía ilusoria de Satanás que lo mantiene a uno atrapado en las cadenas del olvido, y lo coloca a uno completamente bajo el hechizo del falso ego. La mejor manera de liberarse de las garras del falso ego es entregarse a Dios.
El Señor dice: «La energía constituida por las tres gunas [los tres atributos y modos de influencia de la naturaleza material; la virtud, la pasión y la ignorancia] esta energía divina, la Mía, no puede ser superada sin daño. Pero el que se rinde a Mí cruza fácilmente sus límites.»
En realidad, lo que hay que buscar es el interés del alma, no el del cuerpo.
Quien acumula bienes en este mundo material, como riquezas, tierras, casas, relaciones, poder, amigos e hijos, nunca los posee más que por un corto tiempo. Nadie puede guardar para siempre todos estos tesoros ilusorios, que son creaciones de la energía de la ilusión del Señor y son factores que lo desvían a uno del camino de la realización espiritual.
Para darse cuenta realmente de la naturaleza permanente de la existencia espiritual, uno debe aprender voluntariamente a ser lo suficientemente autosuficiente de tal manera que todas sus necesidades puedan ser satisfechas sin dificultad. Al evitar la creación de necesidades artificiales, al ser humano le resultará más fácil satisfacerse con lo mínimo.