El Señor dice: «Aquel que cumple con su deber según Mis instrucciones y sigue esta enseñanza con fe, sin envidia, se libera de las cadenas del karma.»
Como nunca me envidias, te revelaré la sabiduría más secreta, por la que te liberarás de los sufrimientos de la existencia material. Habiendo buscado refugio en el falso ego, en el poder, el orgullo, la concupiscencia y la ira, el endemoniado blasfema la verdadera religión y me envidia a Mí, el Señor Supremo, que reside en su propio cuerpo así como en el de los demás. Los envidiosos y malvados, los últimos de los hombres, me sumerjo en el océano de la existencia material en las diversas formas de vida demoníaca. Pero aquellos que, por ser envidiosos, descuidan aplicar siempre Mis enseñanzas, son sajones, engañados, privados de conocimiento, condenados a la ignorancia y a la servidumbre.
El Señor Supremo instruye y consuela al alma encarnada.
Deseando despertar su conciencia de Dios y también aliviar su sufrimiento, el Señor le recuerda que una vez disfrutó de una relación íntima con Él, hasta que un día decidió abandonarlo por el mundo material.
El Señor dijo: «Querido amigo, aunque no puedas reconocerme de inmediato, ¿no recuerdas que una vez tuviste un amigo muy íntimo?»
Pero tú, lamentablemente, me has dejado para disfrutar de los placeres de este mundo material. Mi querido y dulce amigo, tú y yo somos como dos cisnes. Vivimos juntos en el mismo corazón, que es como el lago Mânasa [lago en los planetas edénicos, grande, hermoso, pacífico y profundo]. Aunque hemos vivido juntos durante muchos miles de años, todavía estamos muy lejos de nuestra residencia original [el mundo espiritual]. Sigues siendo el mismo amigo para mí. Desde que me dejaste, te has sumergido cada vez más en el materialismo y, al no poder verme, has viajado en diversas formas [corporales] en este mundo, cada una de ellas derivada de alguna mujer [el Señor se refiere aquí a la naturaleza material].
Para ayudar al alma encarnada a comprender mejor el mecanismo de su condicionamiento dentro de la naturaleza material, el Señor utiliza un lenguaje alegórico. Compara el cuerpo material con una ciudad en la que el ocupante [el alma] busca disfrutar de sus sentidos.
El Señor continúa: «En esta ciudad [el cuerpo material] hay cinco jardines, nueve puertas, un guardia [protector], tres viviendas, seis familias, cinco tiendas, cinco elementos materiales y una mujer, que es la señora de la casa.»
«Querido amigo, los cinco jardines representan los cinco objetos de gratificación de los sentidos [olfativo, auditivo, táctil, visual y gustativo], y el guardián es el aliento vital, que circula por las nueve puertas [los nueve orificios del cuerpo; dos ojos, dos orejas, dos fosas nasales, la boca, el ano y los genitales]. Las tres viviendas simbolizan los elementos esenciales: fuego [calor], agua y tierra. Las seis familias están formadas por la mente y los cinco sentidos [vista, olfato, tacto, gusto y oído].»