Logos 305
Los instintos naturales de una mujer o un hombre sólo se manifiestan cuando tienen una concepción corporal de la existencia. Tanto si se es hombre como mujer, cuando se alcanza un determinado nivel de conciencia espiritual, la concepción corporal de la existencia se desvanece, por así decirlo, por completo.
Debemos considerar que todas las almas encarnadas en cuerpos masculinos o femeninos son entidades espirituales, cuyo único deber es satisfacer a Dios. Entonces la influencia de los diversos atributos de la naturaleza material; la virtud, la pasión y la ignorancia que surgen del hecho de que poseemos un cuerpo material, dejarán de actuar sobre nosotros. Las almas encarnadas en cuerpos masculinos o femeninos deben saber que no son la envoltura carnal, sino un alma espiritual. Son las actividades del alma espiritual las que deberían interesarnos a todos, no las del cuerpo. Mientras uno esté preso de una concepción corporal de la existencia, siempre corre el peligro de extraviarse, sea cual sea el sexo de su cuerpo. Es el interés del alma espiritual y eterna, que todos somos, el que hay que buscar, y no el del cuerpo perecedero que volverá al polvo.
Dirijámonos a Dios, porque Él es la clave del entendimiento, del éxito espiritual, de la verdadera felicidad y de la entrada en el reino de Dios.
Logos 306
En realidad, todos somos siervos de Dios. Como siervos del Señor, todos somos UNO; no puede haber ninguna cuestión de amistad o enemistad entre nosotros. En efecto, para el que entiende que todos somos siervos del Señor, ¿cómo podría haber alguna cuestión de amigo o enemigo entre nosotros?
Todos deben ser amables en el servicio del amor y la devoción al Señor. Todo el mundo debería alabar el servicio amoroso ofrecido por otros al Señor y no enorgullecerse de su propia manera de servirle. Esta es la mentalidad de un sabio y la
de los seres que viven en el reino de Dios. Puede haber una aparente rivalidad y competencia entre los servidores en el curso de su servicio, pero en los planetas espirituales el servicio de los demás es apreciado, no criticado. Este es el tipo de competencia que prevalece en el mundo espiritual.
No se trata de una enemistad entre siervos y siervas. Cada uno debe tener la oportunidad de servir al Señor lo mejor que pueda, y cada uno debe disfrutar del servicio de los demás. Estas son las actividades del reino de Dios. Dado que todos somos siervos, todos estamos en el mismo nivel y tenemos la oportunidad de servir al Señor según nuestras capacidades personales. El Señor está en el corazón de cada ser, desde donde dirige a su siervo o sierva según su propia actitud y capacidad. Si un ser santo desea sinceramente servir al Señor, el Señor lo guía.
Krishna, Dios, se explica a sí mismo: «A aquellos que siempre me sirven y me adoran con amor y devoción, les doy la inteligencia por la que pueden llegar a Mí.»
Así, todos los seres vivos son en realidad sirvientes, no amigos ni enemigos, y todos actúan de acuerdo con diferentes directrices dadas por el Señor, que dirige según su propia mentalidad.