Palabras de sabiduria, la sabiduria de Dios
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Logos 299

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Es durante nuestra existencia presente que debemos buscar a Dios, y por el conocimiento adquirido, prepararnos para nuestra vida futura.

Todo rey o jefe de Estado que se precie debe, al final de su mandato, dejar voluntariamente sus funciones administrativas para preparar su futura existencia. Todo el mundo debería organizar su vida de tal manera que al menos los quince o veinte años anteriores a su muerte estén enteramente dedicados al servicio amoroso y devocional al Señor, con vistas a alcanzar la más alta perfección de la existencia. Hay que ser muy tonto para dedicar toda la vida a la acción interesada, a los meros placeres de los sentidos y al materialismo, que atan al ser encarnado a la materia corporal y le causan sufrimiento. Mientras la mente esté ocupada en este camino, no hay posibilidad de liberarse de las cadenas de la materia o de la existencia condicionada. Nadie debe tomar este camino suicida, ni descuidar su deber último de alcanzar la más alta perfección de la existencia: el retorno a Dios, a su morada original en su reino eterno.

El requisito previo para convertirse en un compañero del Señor es la purificación de todas las impurezas y pecados materiales. Sin esta purificación, nadie puede vivir con el Señor, ni regresar a su morada original en su reino eterno. Por lo general, el hombre se adscribe a diversas denominaciones, relacionadas con la familia, la sociedad, el país, la ocupación, la propiedad, la posición, etc. Pero mientras persista el apego a estas denominaciones, se le considera impuro, contaminado por la materia. El Señor dice que todo el mundo debe convertirse en su devoto, su devoto, al menos en la última etapa de su vida. Servir a Dios con amor y devoción pone fin a estas designaciones perjudiciales y nos mantiene puros.

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