Palabras de sabiduria, la sabiduria de Dios
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Logos 300

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Nadie debe enorgullecerse de ser rico y poderoso, y decir que ha adquirido todo esto sin la ayuda de nadie más.

Todos los poderes y potencias provienen de la fuente original, Dios. Funcionan mientras Él lo desee, y pierden todo su sentido en cuanto Él las retira, al igual que la energía eléctrica proviene de una central eléctrica, que cuando deja de producir esa energía, hace inútil el uso de las bombillas y las máquinas eléctricas. Tales poderes pueden ser dados o retirados en un momento por la suprema voluntad del Señor. Así, la civilización materialista, privada de las bendiciones del Señor, es como el juego de un niño: mientras los padres le permitan jugar, todo va bien, pero si se lo impiden, el niño tendrá que dejar de jugar. Del mismo modo, la civilización humana con todas sus actividades debe estar en armonía con la bendición suprema del Señor, de lo contrario todo el progreso que la humanidad parece estar haciendo no es mejor que adornos colocados en un cadáver.

Las actividades de una civilización muerta a la voluntad divina son comparables a la mantequilla clarificada arrojada sobre las cenizas, a la riqueza acumulada por arte de magia y a las semillas sembradas en suelo estéril.


Logos 301

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El Supremo Eterno es «muerte e inmortalidad», ambas al mismo tiempo.

El Señor dice: «Yo soy la muerte definitiva, que quita todo a los seres demoníacos.»

Los seres demoníacos están continuamente inmersos en una lucha por la existencia, ya que quieren gobernar la naturaleza material. Encuentran repetidamente la muerte y crean una intrincada red que los mantiene atrapados en este mundo material. El Señor es la muerte para los seres demoníacos, pero para Sus devotos es la vida eterna. Los seres santos que se dedican constantemente a servirle ya han alcanzado la inmortalidad, pues cualquier actividad que realicen en esta vida, la continuarán en la siguiente: sólo tienen que cambiar su cuerpo material por uno espiritual. A diferencia de los seres demoníacos, los seres santos no tienen que tomar nuevos cuerpos materiales. Así, el Señor es simultáneamente muerte e inmortalidad. Él es la muerte para los seres demoníacos y la inmortalidad para los seres santos. Para todos Él es el objetivo final, pues es la causa de todas las causas. Se aconseja a todos los seres inteligentes que se entreguen a Dios en todos los aspectos, sin retener ninguna ambición personal y que le sirvan con amor y devoción, para que puedan disfrutar de la inmortalidad ofrecida por el Señor.

El Señor Supremo dice: «Aquellos que están libres de la dualidad, el fruto de la ilusión, aquellos que en sus vidas pasadas así como en esta vida fueron virtuosos, aquellos en los que el pecado ha terminado completamente, estos Me sirven con determinación.»

Estos hombres (y mujeres) se unirán al Señor en su reino absoluto y podrán así continuar sirviéndole con amor y devoción por la eternidad.

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