Logos 302
¿Cómo podemos amar el mundo en el que vivimos, cuando el reino de Dios es mil veces más hermoso y agradable para vivir?
El hombre inteligente y sabio es capaz de comprender que nada en el universo material tiene un valor real; todo en él es «malo» debido a la contaminación de la naturaleza material. Los juicios de los materialistas sobre lo que es correcto o incorrecto, moral o inmoral, etc., son sentimientos relativos o concepciones arbitrarias. La verdad es que no hay nada bueno en el universo material, mientras que en el nivel espiritual todo es absolutamente bueno, la variedad espiritual no está empañada por ninguna imperfección.
El Señor Supremo dice: «Quien se refugia en Mí, aunque sea de baja cuna, una mujer, un comerciante, un agricultor o incluso un trabajador, puede alcanzar la meta suprema. Qué decir entonces de los sabios guías espirituales, de los justos, de los seres santos y de los santos reyes, que en este mundo efímero, en este mundo de sufrimiento, Me sirven con amor y devoción».
Para el ser santo, no hay nada agradable o desagradable en este mundo material, pues no actúa de ninguna manera para su satisfacción personal. Todos sus actos y pensamientos son para la satisfacción del Señor Soberano. Ya sea en el mundo material o en el espiritual, su mente está perfectamente equilibrada.
Debido a que el ser santo ve todo con un ojo espiritual, permanece igual en todas las circunstancias, lo cual es el signo de su elevación al nivel espiritual. Adquiere espontáneamente el desapego, luego el conocimiento, seguido del verdadero conocimiento espiritual. El ser santo avanzado se unifica con la naturaleza trascendente del Señor y desarrolla las mismas cualidades que Él. En este sentido, se hace cualitativamente uno con Dios, la Persona Soberana. Entregándose a Dios y sirviéndole con amor y devoción, puede entonces entrar en el reino de Dios, todo conocimiento, dicha y eternidad, del que nunca más volverá a este efímero mundo material.