Palabras de sabiduria, la sabiduria de Dios
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Logos 286

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Todo es Dios, o una emanación de su energía externa, energía material que, a través de los elementos que la componen; tierra, agua, fuego, aire, éter, se convierte en naturaleza material.

Todo es energía de Dios. Como nada puede tener una existencia independiente de Él, todo lo que vemos debe remitirnos al Señor. En cuanto vemos una vasija de barro, nos acordamos del alfarero y de la tierra de la que procede.

Dios no sólo es el creador original, también es el ingrediente, la categoría y la sustancia original. Dios lo es todo. Este es un concepto no dual. Al separar cualquier cosa de Dios, ya no se podría decir: «Todo es espiritual». Todo apunta a Dios y todo le pertenece, por lo que todo lo que existe debe ser utilizado a su servicio. En cuanto vinculamos todo a Dios, nada es material, todo se vuelve espiritual. No hay más existencia que Dios, nada existe excepto Dios.

Esta es la perfección de la existencia.


Logos 287

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El ser humano nace con ciertas tendencias y conocimientos, que guarda de su vida pasada. Basta con unos pocos estímulos para que se manifiesten.

Esto demuestra la continuidad eterna del alma. Estos recuerdos son el resultado de haber vivido en condiciones particulares que le permitieron adquirir conocimientos específicos y almacenarlos en su verdadera memoria, la de su alma. En el universo material, los seres humanos, en función de los conocimientos acumulados en sus vidas anteriores, tienen ideas y conocimientos diferentes entre sí. Los de una persona con una conciencia desarrollada difieren de los de una persona con una conciencia no desarrollada. Si alguien se revela como consciente de Dios poco después de nacer, es porque alguna vez había meditado en Él.

El Supremo Eterno dice: «Entonces recupera la conciencia divina adquirida en su vida pasada y reanuda su marcha hacia la perfección.»

El desarrollo de nuestra conciencia de Dios nunca se pierde. Crece a la perfección.

Por eso el Señor dice: «Ningún esfuerzo en este camino resulta en la más mínima pérdida, y cualquier progreso, por pequeño que sea, advierte del más temible peligro.»

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