Palabras de sabiduria, la sabiduria de Dios
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Logos 281

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Cuando una persona progresa poco a poco de la percepción material a la espiritual, se da cuenta de lo insignificantes que eran sus deseos, sentimientos y aversiones materiales, contaminados durante tanto tiempo por la ignorancia.

Cuando esta ignorancia se disipa, los deseos materiales pierden toda importancia. Los deseos permanecen, pero se transforman en deseos espirituales. Entonces uno percibe al Ser Supremo, al Alma Suprema y al Señor Soberano como una sola realidad. Esta percepción superior sólo es posible cuando nuestra mente y nuestros sentidos se espiritualizan, una etapa que es imposible alcanzar de inmediato. Los que pretenden conseguir lo imposible son poco razonables y demasiado ambiciosos. Cada persona debe proceder gradualmente, asegurándose de que su pie está en suelo firme antes de levantar el otro pie. De este modo, se acabará alcanzando el objetivo.

Entregarse a Dios, servirle con amor y devoción y cantar Sus glorias y el Santo Nombre, espiritualiza nuestras mentes y sentidos.


Logos 282

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El Supremo Eterno dice: «Aquellos que tienen la visión de la eternidad pueden ver que el alma es espiritual, eterna, más allá de las tres gunas (modos de influencia de la naturaleza material; virtud, pasión e ignorancia). Aunque esté en el cuerpo de la materia, el alma nunca actúa ni está atada.»

Como el cuerpo nace, el ser espiritual encarnado que lo habita también parece nacer, pero en realidad es eterno; trasciende la materia y permanece inmortal, no nacido, aunque esté situado en el cuerpo. Permanece, por naturaleza, lleno de dicha. Por lo tanto, no puede ser destruido. Nunca se involucra en actividades materiales; en consecuencia, los actos generados por su contacto con los cuerpos materiales que se pone no lo obligan realmente.

El Supremo Eterno dice: «Aquel que puede ver que es el cuerpo, nacido de la naturaleza material, el que realiza toda la acción, que nunca actúa el alma interior, él sí ve.»

El cuerpo está formado por la naturaleza material, bajo la dirección del Alma Suprema, y ninguna actividad pertenece al ser mismo. Todo lo que hace, o se supone que hace, para su felicidad o infelicidad, el ser se ve obligado a hacerlo por su constitución corporal; y el ser real permanece fuera de todas estas actividades físicas. El cuerpo se obtiene según los deseos pasados del ser, para satisfacerlos. Y el ser actuará según el cuerpo que se ponga. Por así decirlo, el cuerpo es una máquina, diseñada por el Señor Supremo para satisfacer los deseos del ser condicionado, deseos que están en el origen mismo de las dificultades que encuentra, tanto en el placer como en el sufrimiento. Esta visión espiritual del ser permite, cuando se desarrolla, desprenderse de las actividades del cuerpo, y quien la posee ve las cosas en su justa perspectiva.

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