Logos 231
El Supremo Eterno dice: «Aquel a quien las tres formas de sufrimiento aquí en la tierra ya no afectan, a quien las alegrías de la vida ya no embriagan, a quien el apego, el miedo y la ira han abandonado, es considerado un sabio de mente firme.»
El «filósofo» que medita sobre un sinfín de hipótesis sin llegar nunca a una conclusión real es una persona equivocada. Cada filósofo tiene su propia manera de ver las cosas, y so pena de no ser un verdadero filósofo, debe tener una opinión diferente a la de los demás.
Pero en verdad, el verdadero filósofo tiene una naturaleza especial, siempre es consciente de Dios. Ha terminado con la especulación intelectual, ha superado esa etapa hasta llegar a la conclusión de que no hay nada fuera del Eterno Supremo, y su mente está siempre firme. Tal ser consciente de Dios no se ve afectado por las tres fuentes de sufrimiento; (Las del cuerpo y la mente. Los causados por otras entidades vivientes. Las causadas por la naturaleza material, como el frío intenso, el calor extremo, los rayos, los terremotos, los huracanes, la sequía, las lluvias torrenciales…) acepta la aflicción como una misericordia del Señor, pensando que por sus acciones pasadas merecería sufrir mucho más; se da cuenta de que por la gracia del Señor sus penas se reducen al mínimo.
En el servicio a Dios, permanece siempre audaz y activo, sin apego ni aversión. El apego surge cuando uno utiliza las cosas para su propio placer, y el desapego radica en la ausencia de interés por estos placeres sensoriales. Pero quien fija sus pensamientos en Dios no conoce ni el apego ni el desapego. Dedicado al servicio del Señor, no permite que la ira le invada, aunque sus esfuerzos sean infructuosos. El que tiene conciencia de Dios siempre conoce una resolución firme.
Logos 232
El Señor Supremo dice: «Cuando un hombre se libera de los miles de deseos materiales creados por su mente, cuando se satisface en su verdadero ser, es plenamente consciente de su identidad espiritual.»
La Ciencia de Dios define a la persona plenamente consciente de Dios de la siguiente manera: «Está absorta en el servicio de amor y devoción al Señor y posee todas las cualidades de los grandes sabios.»
Pero quien no ha alcanzado este grado de perfección espiritual no puede pretender realmente ninguna cualidad, pues se aferra necesariamente a sus ilusiones. Este tema nos obliga a rechazar todos los deseos de disfrute material que la mente crea para sí misma. Expulsar por la fuerza los deseos materiales es una tarea imposible, pero si uno adopta el servicio de Dios, se desvanecerán sin esfuerzo. Por lo tanto, no hay necesidad de dudar, porque el servicio devocional tiene el poder de elevar inmediatamente la conciencia de cualquiera que lo practique al nivel espiritual. El altamente elevado espiritualmente disfruta de una paz mental ininterrumpida al permanecer consciente de ser el eterno servidor del Señor Supremo. En tal nivel de conciencia, el ser ya no experimenta los deseos degradantes de una concepción material de la existencia; en cambio, disfruta de una felicidad duradera al servir al Señor Supremo de acuerdo con su naturaleza eterna.