Logos 230
El Supremo Eterno dice: «Aquel que, libre de todas las ataduras, no se regocija en la felicidad más de lo que se aflige por la infelicidad, está firmemente establecido en el conocimiento absoluto.»
Siempre hay alguna agitación en el mundo material, a veces favorable, a veces desfavorable. No dejarse mover por estos cambios, no dejarse afectar ni por el bien ni por el mal, es el signo de un ser consciente de Dios. Mientras uno esté en el universo material, tiene que lidiar con el bien y el mal, con las innumerables dualidades de las que es sede.
Pero quien está absorto en la conciencia del Señor sólo piensa en Dios, el Bien absoluto e infinito, no está sujeto a estas dualidades. El ser consciente de Dios goza de una condición puramente espiritual, que en términos técnicos se llama «meditación».