Logos 191
Tanto el Supremo Eterno como sus manifestaciones plenas, los Avatares, tienen signos que caracterizan a Dios, la Persona Suprema, como los símbolos que marcan las plantas de sus pies [la bandera, el rayo, un palo de cornucopia, un pez, una sombrilla, una flor de loto y un disco].
Los símbolos que marcan las palmas de sus manos [Una flor de loto y una rueda].
Siete partes de su cuerpo brillan con un resplandor rojizo [Sus ojos, las palmas de sus manos, las plantas de sus pies, su paladar, sus labios y sus uñas].
En esta época, en la que hay tantas encarnaciones basura, es muy interesante observar las características corporales de una auténtica manifestación de Dios. Desde su nacimiento, se puede observar que los pies del Avatar llevan las marcas de su divinidad (una bandera, un rayo, una flor de loto, etc.). Además, el Señor se revela como un personaje excepcional. Es imparcial, calmado, tranquilo, pacífico, sonriente, amable y no favorece a ningún ser a costa de otro. Un Avatar, una manifestación divina, debe poseer estas seis perfecciones, belleza, riqueza, fama, poder, sabiduría y renuncia.
Antes de aceptar a alguien como Dios, o como una manifestación divina, hay que observar en su cuerpo todos los rasgos distintivos de la Divinidad. El Avatar que no tiene ninguno de estos signos es un impostor. El propósito del advenimiento de un Avatar, una manifestación del Señor Supremo, es liberar a sus devotos y poner fin a las acciones demoníacas de los incrédulos, los seres ateos. Estas son las dos misiones del Señor Supremo cuando viene a este mundo.