Palabras de sabiduria, la sabiduria de Dios
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Logos 92

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El Supremo Eterno, Dios, la Persona Soberana, es la fuente de toda buena fortuna, pues Él otorga a cada uno el fruto de sus obras y deseos.

Cuando la envoltura carnal es finalmente destruida, la chispa de la vida, el alma, continúa existiendo. Así, por voluntad del Señor que vela por el bienestar de todos los seres, al alma separada se le concede de inmediato el cuerpo espiritual particular que le permitirá disfrutar de la compañía del Señor según una u otra de las perfecciones que haya alcanzado: Lo que permite poseer las mismas características corporales que el Señor, lo que permite vivir en el mismo planeta que el Señor, lo que permite disfrutar de las mismas opulencias que el Señor y lo que permite vivir en compañía del Señor.

La benevolencia del Señor es tal que incluso si un alma grande no alcanza una etapa de devoción pura libre de contaminación material, se le concederá alcanzarla en su próxima vida. Al renacer en una familia rica o entre devotos del Señor. La gran alma así reencarnada no tendrá que emprender la dura lucha por la existencia material y podrá completar su purificación. Cuando finalmente abandone su cuerpo, volverá inmediatamente al reino de Dios, su morada original. Cuando alcanza el nivel espiritual, la gran alma permanece allí eternamente.


Logos 93

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Está escrito: «El que lo da todo a Dios no conoce la pérdida. Por el contrario, el Señor le satisface más allá de sus expectativas.»

La riqueza material, por muy atractiva que sea, nunca es permanente. Si uno no renuncia a ellos voluntariamente, tendrá que desprenderse de ellos cuando llegue la muerte. Consciente de la precariedad de los bienes materiales, el hombre sensato sabrá hacer el mejor uso de ellos dedicándolos al servicio del Señor, para complacerlo y así obtener la vida eterna en su reino.

Aquel que acumula posesiones mundanas como riqueza, tierras y casas, relaciones, amigos e hijos, nunca las posee más que por un corto tiempo. Nadie puede guardar para siempre todos estos tesoros ilusorios, que son creaciones de la energía ilusoria del Señor y que le desvían a uno del camino de la realización espiritual.

El verdadero evangelio afirma que aquel que basa su vida en los principios de una civilización centrada en el alma, o en otras palabras, que adopta el camino del servicio amoroso y devocional a Dios, es capaz de entrar en el reino de Dios y alcanzar la más alta perfección de la existencia. Así vivirá eternamente en el nivel del alma, con un conocimiento perfecto del servicio amoroso absoluto ofrecido al Señor.

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