Siempre vale la pena cantar las glorias del Señor, porque realzan las de sus devotos. Por tanto, es necesario meditar en el Señor Soberano así como en sus devotos; uno debe meditar en su forma eterna hasta que la mente se estabilice.
Así, constantemente absorto en el servicio devocional, el espiritista ve al Señor de pie, acostado, sentado frente a Él o moviéndose, pues sus diversiones siempre resultan maravillosas y atractivas.
Cuando fija su mente en la forma eterna del Señor, el espiritista no debe abarcar todo su cuerpo con la mirada, sino concentrar su pensamiento en cada una de las distintas partes de su forma. El ser sagrado primero debe concentrar su mente en las plantas de los pies de loto del Señor, marcados con los signos del relámpago, el bastón del mahout, el estandarte y la flor de loto. El esplendor de las uñas de los pies del Señor, como rubíes maravillosos, recuerda la línea curva de la luna y disipa las densas tinieblas del corazón.
Ya bendito, Siva lo es tanto más porque lleva sobre su cabeza las aguas sagradas del Ganges, que tiene su fuente en el agua que bañó los pies de loto del Señor. Ahora bien, estos pies actúan como un relámpago que aplasta con sus repetidos golpes la montaña de pecados acumulados en la mente del santo meditante. Así que tienes que meditar mucho tiempo en los pies de loto del Señor.
El espiritista también debe fijar en su corazón las actividades de Laksmi, la diosa de la fortuna, quien recibe la adoración de todos los seres celestiales y quien es la madre de Brahma, el ser supremo en este mundo. Siempre se la puede ver masajeando las piernas y los muslos del Señor Absoluto, sirviéndolo así con esmero.
El espiritista debe entonces absorber su mente en la meditación sobre los muslos del Señor Soberano, que representan la fuente de toda energía. Éstos son de un azul niveano, comparable al brillo de la flor del lino, y parecen aún más gráciles cuando el Señor está montado sobre Garuda (el pájaro gigantesco sobre cuyo lomo se mueve Visnu). A la espiritista también le gusta contemplar sus redondeadas caderas, rodeadas por un cinturón que descansa sobre la exquisita tela de seda amarilla hasta los tobillos.
Luego, el espiritista debe meditar en el ombligo del Señor, ubicado en el centro de su abdomen y similar a la luna. De este ombligo, que representa el fundamento de todo el universo, crece el tallo del loto que contiene todos los diferentes sistemas planetarios, y cuya flor sirve de residencia a Brahma, el primer ser creado. Asimismo, debe fijar su atención en los pezones del Señor, como un par de preciosas esmeraldas y teñidas de matices opalinos por el brillo que emana de los collares de perlas lechosas que adornan su pecho.
El espiritista debe entonces meditar en el pecho del Señor Soberano, morada de la diosa Maha-Laksmi; el seno del Señor es la fuente de toda bienaventuranza trascendental para la mente, así como la satisfacción completa para los ojos.