Para liberarse de la esclavitud de la materia y obtener la verdadera libertad, basta abandonarse a Dios y servirle con amor y devoción.
La liberación es el retorno del ser espiritual encarnado, una vez liberado de todas las concepciones materiales de la existencia, a su condición espiritual original y natural.
Es redescubrir nuestra conciencia original así como la posición natural original de servidores eternos de Krishna, Dios, la Persona Suprema, establecidos en nuestra verdadera identidad espiritual y eterna.
Es redescubrir la relación natural, original, eterna que tuvimos con Krishna, al principio de todas las cosas.
Es el cese del ciclo de renacimientos y muertes, o reencarnaciones repetidas.
Es el hecho de escapar de las estrictas leyes de la naturaleza material, de las cuales el nacimiento, la enfermedad, la vejez y la muerte son signos.
Se trata de, después de un largo período pasado en la oscuridad y el desconocimiento de los datos relativos a Dios y a la verdad absoluta, acceder a la verdadera libertad, a la verdadera resurrección espiritual, y encontrar a Dios en su reino sublime, donde nos da vida eterna e inefable. felicidad perfecta.
La liberación última es aquella que nos permite redescubrir el vínculo personal que nos une eternamente al Absoluto, Dios, el Señor Supremo, Krishna.
La vida humana es precisamente la oportunidad de desarrollar las cualidades necesarias para obtener esta liberación, que conduce a la verdadera libertad espiritual.
Si volvemos a Dios en su reino sublime, infinito y absoluto, entonces se nos revelará nuestra verdadera relación con Él y la viviremos eternamente, inmersos en una felicidad inefable. Relación de amor y bienaventuranza ininterrumpida, permanente, incomparable y eterna.
Entonces, ¿por qué querer permanecer en este mundo donde las alegrías son pasajeras y los sufrimientos permanentes?
En el origen de todas las cosas, mientras el cosmos material aún no existía, las entidades espirituales o almas espirituales vivían cerca de Krishna, Dios, la Persona Suprema, en su reino de conocimiento, bienaventuranza y eternidad, y le servían con amor y devoción. . Estaban inmersos en una felicidad inefable, incesante y eterna.
El Señor Supremo ha creado un vínculo sublime, el de amor y afecto, tan poderoso que resulta difícil suprimirlo.
En verdad, este vínculo afectuoso, esta maravillosa relación de amor que nos une a Dios nunca se romperá.