Yo soy el Alma Suprema (también llamada Espíritu Santo) en el corazón de cada persona, y es Mi voluntad expresa que los hombres observen los principios de las cuatro divisiones de la sociedad según las funciones naturales de sus miembros, los sabios guías espirituales, los administradores, los comerciantes o agricultores y los trabajadores. El equilibrio y la armonía de la sociedad dependen del respeto a estas cuatro divisiones universales. Como he enseñado en el Bhagavad-gita, (Palabras de Krishna, Cristo, Dios, la Persona Suprema) la sociedad debe ser dividida en cuatro Divisiones o clases sociales, de acuerdo a los atributos y hechos de cada uno. Y del mismo modo, todo hombre debe dividir su vida en cuatro partes.
El primero se dedicará a los estudios, debiendo el estudiante cualificarse mediante la asimilación de conocimientos adecuados y la observancia del voto de celibato y continencia, dedicándose por completo al servicio del maestro espiritual y renunciando a los placeres de los sentidos. El postulante debe llevar una vida de austeridad y penitencia. La segunda parte de la vida es la de la vida familiar, de la vida conyugal, que permite un disfrute limitado de los placeres de este mundo. Pero nadie debe pasar el tercer trimestre de su vida en el seno de la familia; entonces debe reanudar las austeridades practicadas durante el celibato y romper así sus vínculos con la vida familiar. Entonces, una vez liberado de estos lazos materiales, uno debe entrar en la cuarta fase de la existencia, y aceptar la renuncia total a toda la vida familiar y social para obtener el control completo de los sentidos y la mente, y dedicarse plenamente al servicio de Dios.
Como Alma Suprema de todos los seres, sentada en sus corazones, observo cada uno de sus actos en cada etapa de su vida. No importa la condición en la que se encuentre, aquel a quien veo cumpliendo con seriedad y sinceridad los deberes designados por su maestro espiritual, y dedicando así su existencia a servirle, se vuelve infinitamente querido para Mí. En cuanto al periodo de celibato, si uno puede establecerse bajo la guía del maestro espiritual, es algo excelente; pero si el postulante siente la llamada de la carne, debe despedirse de su maestro espiritual después de haberlo satisfecho según sus nobles deseos. La costumbre védica es que se debe ofrecer un regalo al maestro espiritual. El discípulo adoptará entonces la vida familiar y tomará una esposa según los ritos religiosos.
No tengo necesidad de nada; pero si Mi devoto, por amor, Me presenta una ofrenda, aunque sea insignificante, la acepto con gran placer. Por otro lado, si un incrédulo Me presenta una ofrenda, aunque sea de alto valor, no me complace aceptarla, ya que verdaderamente aprecio sólo lo que se Me ofrece con amor y devoción. Así, si Mis devotos puros Me ofrecen incluso las cosas más simples, una pequeña flor, un pequeño trozo de hoja, un poco de agua, una pequeña fruta, pero impregnan su ofrenda con amor y devoción, no sólo la acepto con alegría, sino que es para Mí un gran placer consumirla.