Aunque el alma es trascendente a la existencia material, su existencia en este mundo continúa interminablemente debido a su espíritu de dominio sobre la naturaleza. Como en un sueño, experimenta todo tipo de disgustos.
Es el deber de toda alma condicionada dirigir su conciencia impura, ahora apegada al placer material, hacia el servicio devocional, aplicándose a él con gran seriedad y desapego. De este modo, la mente y la conciencia serán perfectamente dominadas.
Uno debe fortalecer su fe practicando el autocontrol a través del yoga [la práctica de la unión con Dios], y elevarse al nivel de servicio devocional puro y no adulterado cantando y escuchando Mis glorias.
Al actuar en el servicio devocional, uno debe ver a todos los seres bajo la misma luz, sin albergar hostilidad hacia nadie pero sin tener una relación íntima. También hay que observar el voto de continencia, ser grave, cumplir con los deberes eternos y ofrecer los frutos a Dios, la Persona Suprema. En cuanto a sus ingresos, el ser santo debe conformarse con lo que pueda ganar sin grandes dificultades. No debe comer más de lo necesario. Debe vivir en un lugar apartado y ser siempre reflexivo, sereno, benévolo, compasivo y consciente de su verdadero ser. Hay que perfeccionar la visión mediante el conocimiento de la materia y la mente, y evitar identificarse vanamente con el cuerpo a riesgo de ser atraído por afinidades materiales.
Uno debe establecerse en el nivel espiritual, más allá de los diferentes niveles de conciencia material, y permanecer libre de cualquier otra concepción de la existencia. Liberándose así del falso ego [dominio de la naturaleza material e identificación con el propio cuerpo], hay que aprender a ver el propio ser como se ve el sol en el cielo.
El alma liberada realiza al Señor Supremo Absoluto, que lo trasciende todo y se manifiesta incluso dentro del falso ego, en forma reflejada. Él es el sustentador de la causa material y lo impregna todo. Él es Absoluto, Uno, y constituye los ojos de la energía ilusoria (maya).
La presencia del Señor Supremo se puede captar de la misma manera que se percibe el sol, primero a través de su imagen en el agua, luego a través de su reflejo en la pared de una habitación, el sol mismo nunca deja el firmamento.
El alma realizada se refleja así en las tres formas del falso ego [dominio de la naturaleza material, identificación con el propio cuerpo y acaparamiento de todas las posesiones materiales], y luego en el cuerpo, los sentidos y la mente.
Aunque el ser sagrado pueda parecer totalmente fundido en los cinco elementos materiales, los objetos de placer, los sentidos, la mente material y la inteligencia, debe ser tomado como despierto y libre del falso ego.