El objetivo último de las prácticas de la religión, o de la espiritualidad, no es obtener algún beneficio material, ni tampoco adquirir el simple conocimiento que permite discernir lo espiritual de lo material. Es liberarse de la esclavitud material y encontrar una existencia de pura libertad en el mundo espiritual, donde Krishna, Dios, la Persona Suprema gobierna como el Maestro Absoluto. Por lo tanto, el Señor mismo enuncia los principios y las leyes de la religión, cuyo propósito sólo conocen los grandes sabios puros. Los grandes sabios puros, agentes calificados del Señor, todos practican el servicio devocional; así, aquellos que desean su propio bien seguirán los pasos de estos grandes sabios, pues así obtendrán el beneficio final.
El Señor del cosmos material y de las galaxias sostiene todos los planetas, que están habitados por seres santos y virtuosos, hombres y especies inferiores, y si Él aparece en los mundos en diversas formas de Avatares, mostrando Sus agasajos, es con el único propósito de recordar a Sí mismo a todos los gobernados por la virtud pura.
Existen innumerables galaxias materiales, cada una de las cuales contiene innumerables planetas, poblados por diversas categorías de seres, influenciados de forma diferente por las tres gunas, los tres atributos o formas de influencia de la naturaleza material: la virtud, la pasión y la ignorancia. El Señor, Visnu, la emanación plena de Krishna, aparece en cada una de las galaxias, en cada una de estas categorías de seres, y manifiesta allí Sus sublimes entretenimientos con el único propósito de hacer que los corazones de todos ellos anhelen regresar a Él, a Su reino eterno. El Señor conserva siempre su naturaleza original, espiritual y absoluta; sin embargo, según las circunstancias de tiempo y lugar en que aparece, parece asumir diversas naturalezas.
El alma espiritual, en virtud de su encarnación en un cuerpo material, ya sea humano, animal o vegetal, está condicionada por la materia y por la energía de la ilusión del Señor. El condicionamiento del alma se remonta a tiempos inmemoriales.
El alma condicionada, debido a su prolongado contacto con la materia y a sus sucesivas existencias en este mundo, ha desarrollado una tendencia instintiva a querer dominar la energía material. Así, cuando obtiene una forma humana, no es en absoluto consciente de la responsabilidad que le corresponde. La forma humana es, de hecho, una oportunidad para ella de escapar de las garras de la materia ilusoria, y las Palabras y Enseñanzas de Dios están particularmente destinadas a guiarla hacia el Señor Supremo, en Su morada original. La reencarnación en un ciclo interminable a través de las diversas especies vivientes, 8.400.000 en total, corresponde al encarcelamiento del alma separada y caída. La forma humana le ofrece la oportunidad de escapar de este encierro. Por lo tanto, la única preocupación del hombre debe ser restaurar su relación perdida con Dios. Desde este punto de vista, nunca se debe animar a nadie a actuar para satisfacer los sentidos con la excusa de realizar alguna actividad religiosa. Semejante desvío de la energía humana sólo consigue que la sociedad se extravíe. Comprendamos que las diversas formas de placeres materiales sólo pueden obstaculizar seriamente el progreso espiritual de los hombres, pues se negarán a abandonar las acciones materiales, que los mantienen atrapados en la materia.