todos los seres, se muestra más específicamente a las almas realizadas, y se hace especialmente querido a los corazones de Sus devotos incondicionales.
Todos debemos obedecer a Dios y hacer su voluntad divina. Nadie puede desviarse de Su autoridad y orden.
En efecto, nadie puede desviarse ni siquiera un poco de las órdenes del Señor Soberano, aunque ellos mismos sean autoridades, como Brahma, los grandes sabios y los seres celestiales. De hecho, Brahma, así como cualquier otra autoridad digna de ese nombre, nunca hace nada sin Su permiso. El Señor Supremo está en el corazón de cada ser. Cuanto más se purifica un ser mediante la práctica del servicio devocional, más directo se vuelve su contacto con Dios, la Persona Soberana.
El Señor dice: «A los que siempre Me sirven con amor y devoción, les doy la inteligencia por la que pueden llegar a Mí».
Nadie puede desobedecer las órdenes del Señor Supremo, incluso si tuviera el poder de Siva, Brahma, Manu o el gran sabio Narada. Todas estas autoridades gozan ciertamente de un gran poder, pero no está en su mano desobedecer las órdenes del Señor Soberano. Nadie puede anular la voluntad de Dios, la Persona Suprema, ya sea por la fuerza de severas austeridades, gran erudición en el campo de las sagradas escrituras originales, poderes sobrenaturales de los espiritistas, poder físico o intelectual. Tampoco puede nadie recurrir a los poderes conferidos por la práctica de la religión, a su riqueza material o a cualquier otro medio, por sí mismo o con la ayuda de otros, para desafiar las órdenes del Señor Soberano. Desde Brahma, el primer ser creado y gobernante de nuestra galaxia, hasta la hormiga, ningún ser vivo tiene el poder de hacerlo.
Todo está bajo el dominio de Dios, la Persona Suprema. Incluso el Sol, la Luna y otros maestros y seres celestiales, como Brahma e Indra, le deben obediencia. Un animal ordinario o un hombre, habiéndose revestido de un cuerpo material, no puede por tanto escapar a la jurisdicción de la Persona Soberana. Cuando decimos cuerpo material, nos referimos a los sentidos. Sin embargo, las actividades sensoriales de los llamados hombres de ciencia que buscan la liberación de las leyes de Dios, las leyes de la naturaleza, son inútiles. No es posible escapar de las garras de la naturaleza material, porque es Dios, la Persona Suprema, quien trabaja detrás de ella. A veces nos enorgullecemos de nuestras prácticas austeras, de nuestras penitencias o de los poderes sobrenaturales que hemos adquirido a través de la práctica del yoga; pero nadie puede escapar a las leyes e instrucciones del Señor Soberano, ya sea a través de poderes sobrenaturales, conocimientos científicos, austeridades o penitencias. Es simplemente imposible.
Las ocupaciones materiales deben aceptarse sin apego, y todo debe armonizarse con el servicio al Señor. Esta es la verdadera inteligencia. Aceptar la responsabilidad de