La Ciencia Espiritual Pura
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Esta es la perfección de la existencia y la verdadera solución a todos los problemas. No debemos aspirar a alcanzar los sistemas planetarios edénicos y paradisíacos más elevados, ni debemos actuar de forma que seamos arrastrados a los planetas infernales. Todo el propósito del universo material es devolvernos a nuestra identidad espiritual y permitirnos volver a Dios, a nuestra morada original en el reino eterno del Señor. El método más sencillo para lograrlo es el prescrito por el propio Señor. Uno no debe ser ni piadoso ni impío; debe convertirse en un ser santo, y entregarse a Krishna, Dios, la Persona Suprema, «El Infinitamente Fascinante». Esta rendición también es muy fácil, incluso un niño puede hacerlo. Es suficiente con pensar en Krishna mientras se canta o recita:

Haré Krishna, haré Krishna, Krishna Krishna, haré haré

Haré Rama, Haré Rama, Rama Rama, Haré Haré

Debemos convertirnos en devotos de Krishna, adorarle y rendirle nuestro homenaje. Así, todas nuestras acciones deben estar dedicadas al servicio de Krishna y permanecer puras.

El Señor Supremo dice: «Quien al morir, en el momento mismo de dejar el cuerpo, se acuerda sólo de Mí, llega a Mi Morada de inmediato, no lo dudes».

Esta palabra insiste en la importancia de la conciencia de Dios. De hecho, quien deja el cuerpo en plena conciencia de Krishna o conciencia de Dios es transportado inmediatamente a la morada absoluta del Señor Supremo, a Su reino eterno. De ahí la importancia del verbo «recordar». Pero este recuerdo de Krishna, Dios, la Persona Suprema, no puede surgir en la mente del alma impura, que no ha practicado el servicio devocional en conciencia de Dios.

Para recordar a Dios, siempre hay que cantar o recitar los Santos Nombres del Señor. Palabras sánscritas que significan:

«¡Oh, Señor, oh energía del Señor, déjame servirte! »

Haré Krishna, haré Krishna, Krishna Krishna, haré haré

Haré Rama, haré Rama, Rama Rama, haré haré

Caminando tras las huellas de Dios, siendo más tolerante que un árbol y más humilde que una brizna de hierba, mostrando todos los respetos a los demás, sin esperar nunca ninguna consideración a cambio, uno puede estar seguro de pensar en el Señor cuando abandone su cuerpo y alcance la meta suprema, Su reino eterno.

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