No maten, y no coman la carne de los animales
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Recuperemos la razón y mejoremos nuestro discernimiento.

Dios lleva miles de años recomendando que recuperemos la razón y mejoremos nuestro discernimiento, para que podamos ver detrás de cada objeto y materia que lo compone, su verdadera fuente, su verdadero origen. Todos debemos, ahora, ver

las cosas y los asuntos como son, en su verdadero relieve, en su verdadera forma completa.

Entendamos, por ejemplo, que detrás de un trozo de carne había un animal vivo con alma, una criatura de Dios. Este saludable discernimiento debería llevarnos con toda naturalidad a considerar que detrás de una costilla de ternera había un buey vivo, que detrás de una pierna de cordero había un cerdo vivo, que detrás de un filete de lenguado había un lenguado vivo, y que detrás de una rodaja de pescado había una lubina, un mero, un atún, un besugo, un lucio, una carpa, etc.

No participemos más en la masacre de animales terrestres y acuáticos, no seamos cómplices de su asesinato, dejemos de comer carne, pescado y huevos. Todos los animales, como nosotros, tienen derecho a vivir y a progresar a nivel espiritual.

Enseñanza del Supremo Eterno.

Dios tiene el mismo amor por todos los seres vivos, los seres humanos, los animales y las plantas. No somos el cuerpo de materia en el que residimos, sino entidades espirituales también llamadas almas espirituales. Nos encarnamos en un cuerpo humano, animal o vegetal, dependiendo de nuestros actos cometidos en nuestra vida anterior, como consecuencia de nuestro karma respectivo.

Todos los animales tienen alma, al igual que las plantas, y como tal debemos protegerlos y cuidarlos. Esta es la razón principal por la que el Señor Supremo prohíbe quitar la vida a un ser humano y a un animal, y nos pide expresamente que no destruyamos las plantas, y que no comamos carne, pescado y huevos. Así que escuchemos a Dios, y hagamos lo que Él dice.

Debemos preservar la vida, no destruirla.

El alma espiritual encarnada en un cuerpo humano tiene el deber de recordar que debe tener cuidado de no matar ni siquiera a las hormigas.

En efecto, un ser humano, y más aún un santo siervo o sierva de Dios, nunca debe ser malicioso o innecesariamente violento. Hay muchas, muchas hormigas que se cruzan en nuestro camino, pero el ser humano debe vigilar sus pasos, mirando siempre un metro por delante, y cuando no haya más hormigas en su camino, puede poner el pie en el suelo. El corazón de un ser santo siempre rebosa de bondad hacia todos los seres vivos, humanos, animales y vegetales.

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