No maten, y no coman la carne de los animales
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Un ser santo, conociendo la verdad de que todos los animales tienen alma, siempre teme tal existencia y para escapar de estas horribles condiciones, se dedica al servicio del amor y la devoción que ofrece al Señor. El Señor siente compasión por todos los seres vivos, y es para su beneficio que desciende a este mundo material.

Si un ser humano se dedica a actividades pecaminosas e irreligiosas, ya sea por asociación errónea o por su incapacidad para controlar sus sentidos, entonces tal persona desarrollará ciertamente una personalidad llena de deseos materiales. Así, se vuelve tacaño con los demás, codicioso y siempre ansioso por explotar los cuerpos de las mujeres. Cuando la mente está así contaminada, uno se vuelve violento y agresivo y sin la autoridad de los mandatos de las sagradas escrituras originales, uno mata animales inocentes para la gratificación de los sentidos.

Así, los que matan animales y comen su carne irán a Maharaurava, un infierno diseñado para los que matan animales, es decir, los pastores que llevan sus animales al matadero, los sacrificadores de los mataderos que los matan, los carniceros que venden la carne, los pescadores que capturan los peces y así los matan, los pescaderos que venden su carne y los humanos carnívoros que se los comen.

El Señor Supremo especifica.

Los perros y los buitres del infierno le arrancan las entrañas mientras está vivo para presenciar la escena; y serpientes, escorpiones, mosquitos y otras criaturas le pican y atormentan. A continuación, sus miembros son arrancados del cuerpo y desgarrados por los elefantes. Se le arroja desde las montañas y se le encarcela bajo el agua o en una cueva.

No es de extrañar que en el infierno, aquellos que han disfrutado de la existencia comiendo la carne de otros (carne, pescado y huevo) se vean obligados a comer su propia carne.

Durante el traslado de un cuerpo a otro, el alma es llevada por los siervos de Yamaraja, el amo de la muerte y juez de los pecadores, que primero la hacen pasar por un cierto tipo de vida infernal para acostumbrarla a la condición en la que tendrá que vivir en su próximo cuerpo.

Los sufrimientos que las almas padecen en el infierno tienen por objeto permitirles borrar las faltas que han cometido y hacerlas conscientes de la magnitud de su abominable crimen, para que entren en razón, se arrepientan, hagan penitencia, se vuelvan a Dios y resuelvan obedecer al Señor y no volver a hacerlo.

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