En verdad, el ser distinto nunca debió asumir esta envoltura carnal, pero le fue dada para la gratificación de sus sentidos. Por lo tanto, no creo que sea apropiado que un hombre inteligente se enrede nuevamente en actividades materiales, que lo obligarían a asumir perpetuamente cuerpos, vida tras vida.
Mientras un ser vivo no indague en los valores espirituales de la existencia, deberá experimentar la derrota y los males que surgen de la ignorancia. Ya sea virtud o pecado, el karma (la ley de la acción egoísta, la ley de acción-reacción, la ley de causa y efecto) da fruto, y si una persona está involucrada en cualquier forma de karma, se dice que su mente está «manchada con el deseo de disfrutar los frutos de la acción».
Mientras la mente permanezca impura, la conciencia permanecerá oscurecida, y mientras uno siga el camino de la acción egoísta, deberá revestirse de un cuerpo material.
Cuando la influencia de la ignorancia cubre el alma distinta, ésta no puede conocer la naturaleza del ser infinitesimal, ni la del Ser Supremo. Su mente se concentra entonces en acciones que buscan su propio interés.
Por lo tanto, a menos que ella desarrolle amor por el Señor Vasudeva, que no es otro que yo, ciertamente no estará libre de reencarnaciones sucesivas.
Incluso si un hombre fuera muy sabio y erudito, se diría que está loco si no comprendiera que los esfuerzos que realiza para satisfacer sus sentidos son sólo una pérdida de tiempo. Olvidando su propio interés, busca la felicidad en este mundo y centra todos sus apegos en la vida hogareña, que está centrada en las relaciones sexuales y lo somete a todo tipo de sufrimiento material. En este sentido, es poco más que un animal estúpido.
La atracción entre lo masculino y lo femenino constituye el principio fundamental de la existencia material.
Basado en esta concepción errónea que ata los corazones, el ser (el ser espiritual encarnado) desarrolla una atracción hacia su cuerpo, su casa, sus tierras, sus hijos, sus parientes y sus bienes materiales. De este modo aumenta sus ilusiones, hasta el punto de que ya no piensa sino en términos de «mí» y «mío».
Cuando se afloja el fuerte nudo que se ha formado en el corazón de una persona encadenada a la existencia material por las consecuencias de sus acciones pasadas, ésta pierde el apego a su hogar, a su esposa y a sus hijos. De esta manera, rechaza el principio fundamental de la ilusión basado en los conceptos de «mí» y «mío» y se libera. Es entonces cuando regresa al mundo espiritual.