Al adoptar la conciencia de Krishna o la conciencia de Dios, uno automáticamente se vuelve puro. Por un lado debemos observar los principios regulativos de la pureza, y por otro lado debemos desarrollar, cada vez más, nuestra tendencia a servir a Krishna con amor y devoción. En verdad, al entregarse totalmente a Krishna y al servirlo con amor y devoción, uno se vuelve puro.
Quien no hace todo esto permanece impuro y fracasará. Es absolutamente necesario elevarse al nivel de conciencia de Krishna, para volverse verdaderamente puro.
La conciencia de Krishna purifica la inteligencia, la mente y los sentidos. Purificados de este modo, hay pocas posibilidades de que se utilicen en otra parte que no sea en la conciencia de Dios.
El Eterno Soberano, Krishna, Dios, la Persona Suprema nos da este juicioso y maravilloso consejo: «Sed santos, como yo mismo soy santo».
Jesús también nos da el mismo sublime consejo: «Puesto que el que os llamó es santo, también vosotros sed santos en toda vuestra conducta».
Jesús añade: «Si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué estáis haciendo de extraordinario, no actúan también los paganos de la misma manera?
Sed perfectos, como vuestro Padre Celestial es perfecto».
¿Podemos salir adelante, solos, sin la ayuda del Señor?
¿Por qué permite Dios que el alma deambule por el universo material?
Deben pasar por el ciclo de las sucesivas reencarnaciones y así conocer las tribulaciones de renacimientos, enfermedades, vejez y muertes repetidas que a él se vinculan, todos aquellos que rechazan a Dios, que impugnan su autoridad, que lo envidian y que tienen una concepción corporal de la existencia.
El Señor permite que el alma que quiere extraviarse se deslice hacia el punto más bajo de la existencia, con el único fin de darle la oportunidad de juzgar por sí misma si puede prescindir de Dios, y sí o no ser feliz abusando de la propia independencia. De este modo. La mayoría de las almas encarnadas y condicionadas por la materia que languidecen en el universo material abusan de su independencia para caer en la ilusión y sufrir vida tras vida. Debido a que todos los seres humanos tienen una concepción corpórea de la existencia de la cual el placer de los sentidos es la base y la concupiscencia el mayor veneno, sufrirán sin cesar vida tras vida. No puede haber en la tierra bajo estas condiciones ni paz ni prosperidad, sino sólo agresión, violencia y guerra.