Lo que os he revelado es sólo una especie de ejemplo, un diminuto fragmento de Mi infinita grandeza. Todo lo bello, lo poderoso, lo glorioso, lo que florece, sabedlo, es sólo un mero fragmento de Mi esplendor. Porque el universo entero, por una simple chispa de Mi Persona, lo penetro y lo sostengo.
De toda la creación, soy el principio y el fin, y el intermedio. Entre todas las ciencias, soy la ciencia espiritual del alma, y de los lógicos, soy la conclusión, la verdad final.
Quienes Me adoran con devoción, meditando en Mi forma absoluta, Yo colmo sus vacíos y conservo lo que poseen.
No envidio, no favorezco a nadie, hacia todos soy imparcial. Mas quien Me sirve con devoción, en Mí vive; él es un amigo para Mí, como Yo soy su amigo.
¿Por qué el Supremo Eterno sumergió el alma espiritual en el universo material, quiénes somos realmente, cuál es nuestra verdadera identidad espiritual, cuál es nuestro verdadero origen?
En verdad, al principio de todas las cosas, sólo existía Dios, el Supremo Eterno y sólo Él, en su forma personal, primordial, original, infinita y absoluta.
Es por esto que Dios dice : «realmente no hay nada que exista fuera de Mí, eso es lo que debes entender claramente.»
Dios, la Persona Suprema es no nacido y sin principio. Si es así, es porque posee en su esencia espiritual divina todos los principios fuente, que le confieren una potencia absoluta. No hay diferencia entre su cuerpo totalmente espiritual, su Alma y su mente, ya que son Uno. Su cuerpo, bien compuesto de dos partes, el cuerpo propiamente dicho del cual emerge rayos espirituales que componen una radiancia, y esta deslumbrante radiancia, no son más que Uno.
El cuerpo espiritual puro de Dios tiene una forma humana, que Él ha dado al hombre. Está escrito:
Entonces Dios dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza, y que domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre el ganado, sobre toda la tierra, y sobre todos los reptiles que se arrastran sobre la tierra. (Génesis 1: 26)