Tienes derecho a cumplir con tus deberes, pero no a disfrutar de los frutos de tus acciones. Nunca pienses que eres la causa de las consecuencias de la acción, y en ningún momento busques escapar de tu deber. Sé firme en el yoga. Cumple con tu deber sin estar atado al éxito o al fracaso. Esta igualdad del alma se llama yoga.
Libérate de todos los actos materiales mediante el servicio devocional, absórbete en él. Los que aspiran a los frutos de sus actos son «avaros». El servicio devocional puede, en la vida presente, liberar a uno de las consecuencias de la acción, buena o mala. Por lo tanto, esfuérzate por alcanzar el arte de actuar a través del yoga. Absorto en el servicio devocional, el sabio se refugia en el Señor y, renunciando a los frutos de sus acciones en este mundo, se libera del ciclo de muerte y renacimiento. De este modo, alcanza el estado más allá del sufrimiento.
Cuando tu mente haya atravesado el espeso bosque de la ilusión, todo lo que hayas escuchado, todo lo que aún puedas escuchar, te será indiferente. Cuando tu mente ya no se distraiga con el lenguaje florido de los Vedas, cuando esté toda absorta en la realización espiritual, entonces estarás en unión con el Ser Divino.
Cuando un hombre se libera de los miles de deseos materiales creados por su mente, cuando está satisfecho en su verdadero ser, es plenamente consciente de su identidad espiritual.
Aquel que ya no se ve afectado por las tres formas de sufrimiento de este mundo, que ya no está intoxicado por las alegrías de la vida, y que ha dejado el apego, el miedo y la ira, es considerado un hombre sabio con una mente firme. Aquel que, libre de todas las ataduras, no se regocija en la felicidad más de lo que se aflige en la infelicidad, está firmemente establecido en el conocimiento absoluto. Aquel que, como una tortuga que retrae sus miembros en su caparazón, puede separar los sentidos de sus objetos, ese posee el verdadero conocimiento. Incluso lejos de los placeres materiales, el alma encarnada puede seguir sintiendo algún deseo por ellos. Pero deja que pruebe una alegría más elevada, y perderá ese deseo, y permanecerá en la conciencia espiritual.
Los sentidos son fuertes e impetuosos. Hacen las delicias incluso de la mente del hombre sabio que quiere dominarlas. El que refrena sus sentidos y se absorbe en Mí, demuestra una inteligencia segura. Al contemplar los objetos de los sentidos, el hombre se apega, de lo cual surge la lujuria, y de la lujuria, la ira. La ira lleva a la ilusión, y la ilusión lleva al extravío de la memoria. Cuando la memoria se extravía, la inteligencia se pierde y el hombre vuelve a caer en el océano de la existencia material. Aquel que controla sus sentidos observando los principios reguladores de la libertad, recibe su plena misericordia del Señor, y se libera así de todo apego así como de toda aversión.
Las tres formas de sufrimiento material ya no existen para aquel a quien el Señor ha tocado así con su misericordia sin paliativos. Su inteligencia se serena y pronto se fortalece. Si una persona no es consciente de su identidad espiritual y no puede