Logos 400
La verdadera resurrección.
Mientras el ser espiritual encarnado permanezca alejado de Dios, rompa el vínculo que le une al Señor Supremo y no quiera obedecerle, buscando sólo el placer de sus sentidos inmerso en la vida materialista, permanecerá en la ignorancia de Dios, de su verdadera existencia y de su verdadera identidad.
Sólo conocerá la muerte, aunque viva, porque el cambio de cuerpo material sumerge al ser encarnado en el olvido. En verdad, en lo que se llama muerte, el cuerpo material se aniquila y el cuerpo espiritual permanece en todo momento.
La resurrección sólo se aplica a Dios y a sus representantes, pues no se refiere al cuerpo material, sino al espiritual.
La resurrección de los muertos corresponde, en verdad, a la resurrección del cuerpo sutil; es el renacimiento del ser espiritual a la vida verdadera. Se aplica a la transformación de un ser mortal en un ser inmortal, de un ser material en un ser espiritual, de un ser humano en un ser divino.
El cuerpo espiritual nunca muere, mientras que el cuerpo material está sujeto a la destrucción.
El cuerpo espiritual permanece incluso después de la destrucción del cuerpo material. Todos tenemos un cuerpo espiritual, que emerge o resucita para todos aquellos que caminan con Dios.
La resurrección de los muertos corresponde, en verdad, a la reaparición del cuerpo glorioso, incorruptible y espiritual, que teníamos desde el principio, y que perdimos al entrar en este mundo material, pero especialmente al encarnar en un cuerpo material.
No hay resurrección de los cuerpos materiales, eso es mentira.
En cambio, aquellos que se vuelven a Dios, que eligen amarlo, abandonarse a Él, obedecerlo, hacer su voluntad divina y servirlo con amor y devoción sin falta, encontrarán al morir el cuerpo de materia densa, al destruirse su envoltura carnal, su cuerpo espiritual que conservarán por la eternidad, y gracias al cual podrán entrar en el reino de Dios y vivir con Él.
Esta es la verdadera resurrección.