El Señor nos enseña que el cuerpo material que cubre el alma existe sólo en el momento presente, y no tiene ninguna conexión con el alma espiritual eterna que cada uno de nosotros es.
Los cuerpos de materia densa y etérea, compuestos por los tres atributos y modos de influencia de la naturaleza material, a saber, la virtud, la pasión y la ignorancia, que envuelven al alma encarnada, están unidos a ésta sólo por la duración de una vida. Pero en realidad no son más que una ilusión, pues sólo aparecen ahora, en la vida presente, sin tener una existencia original o última.
Por lo tanto, las diversas etapas del cuerpo, a saber: el nacimiento, el crecimiento, la reproducción, el mantenimiento, la vejez y la muerte, no tienen relación con el alma espiritual eterna. Estas fases sólo se refieren al cuerpo material, que antes no existía y que finalmente dejará de existir, ya que la muerte pone fin a la existencia del cuerpo. El cuerpo sólo existe en el momento presente.
En efecto, un hombre sabio puede comprender que, al igual que todo lo que ha visto es temporal y, por tanto, de duración limitada, también todas las cosas del universo material tienen un principio y un final.
En efecto, el alma espiritual, que es eterna, pertenece también al mundo espiritual eterno.
Despertemos, pues estamos dormidos y resistiendo a «Maya», la energía ilusoria del Señor, que es similar a Satanás.
Debemos despertar de la inconsciencia en la que estamos inmersos, despertar a nuestra verdadera conciencia espiritual y volvernos hacia Dios, para entregarnos a Él y servirle con amor y devoción. Esta es nuestra verdadera misión, y la perfección de la existencia.
Debemos despertar, porque estamos dormidos y no somos conscientes del mundo real, de la vida real, de Dios y de nuestra verdadera identidad. Todos nosotros, en este mundo material, estamos bajo la influencia de la energía material, que nos sumerge en la ilusión y nos mantiene así en la ignorancia de Dios, y de la verdad absoluta y existencial.
Nos hemos olvidado de Dios, del vínculo que nos une a Él, de quiénes somos realmente, y de cómo salir de este mundo ilusorio en el que tenemos que pasar por la rueda del tiempo, por renacimientos o reencarnaciones y por muertes repetidas, y en cada vida experimentamos estos cuatro sufrimientos: nacimiento, enfermedad, vejez y muerte.