Logos 366
Hay dos lugares de los que, si se entra, no se sale.
Krishna, que es Dios, la Persona Suprema, nos anima con estas palabras: «Cuando me han alcanzado, los trascendentales imbuidos de devoción, esas nobles almas, habiendo ascendido así a la más alta perfección, no vuelven nunca más a este mundo transitorio (el universo material) donde reina el sufrimiento.
Aquel que conoce el Absoluto de Mi advenimiento y de Mis actos no tendrá que renacer en este universo material. Al dejar su cuerpo, entrará en mi reino eterno.»
El que entra en el reino de Dios no vuelve al universo material. Si ha alcanzado el estado de pureza y elige entregarse al Señor y servirle con amor y devoción, no regresa a este mundo después de dejar su cuerpo carnal, sino que vuelve a Dios en su morada original para vivir eternamente en el conocimiento y la dicha.
El segundo lugar del que nadie sale una vez que entra en él es el infierno, la región más baja de la galaxia poblada por muchísimos planetas infernales. Mientras que el reino de Dios es un mundo maravilloso de conocimiento, dicha y eternidad, el infierno es un lugar siniestro de terribles sufrimientos donde están confinados los incrédulos demoníacos, los seres malvados, los que desvían o desorientan a los seres humanos de la verdad con sus mentiras, llevándolos a la ruina, y todos aquellos que rechazan a Dios y niegan su existencia.
El Señor dice al respecto: «Los envidiosos y los malvados, los últimos de los hombres, los sumerjo en el océano de la existencia material en las diversas formas de vida
demoníaca. Estos, al renacer vida tras vida en la especie demoníaca, nunca podrán acercarse a Mí. Poco a poco se hunden en la condición más abominable.»
El que blasfeme del Señor tendrá que renacer en una familia de demonios, donde es probable que olvide el servicio del Señor.