Palabras de sabiduria, la sabiduria de Dios
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Logos 252

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El Supremo Eterno dice: «Aquel que ha dominado la mente, y así ha obtenido la serenidad, ya ha alcanzado el Alma Suprema. La alegría y el dolor, el frío y el calor, la gloria y la desgracia, los ve con un solo ojo.»

Todos los seres, sin excepción, están hechos para vivir en obediencia a Dios, la Persona Suprema, en sus corazones, en la forma del Alma Suprema, también llamada Espíritu Santo. El hombre, sin embargo, se entrega a los actos materiales mientras la energía ilusoria externa de Dios engaña su mente. Por lo tanto, se considera que ha alcanzado la meta tan pronto como domina su mente con la ayuda de la práctica de la unión con Dios.

Todo ser debe, por su propia naturaleza, vivir bajo las órdenes de un poder superior. Por lo tanto, desde el momento en que la mente se fija en la naturaleza superior, el hombre no tiene otra alternativa que seguir las instrucciones de Dios. La mente debe recibir instrucciones de una fuente superior y someterse a ellas. Una vez que la mente es dominada, el hombre sigue automáticamente las directivas del Alma Suprema. Ahora, el sabio consciente de Dios alcanza inmediatamente ese estado espiritual absoluto llamado meditación, un estado de absorción total en el Señor Supremo donde uno ya no se ve afectado por las dualidades de la existencia material, el flujo y reflujo de la alegría y la tristeza, el calor y el frío…


Logos 253

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El Supremo Eterno dice: «La mente puede ser el amigo del alma condicionada, así como su enemigo. El hombre debe utilizarla para elevarse, no para degradarse.»

La mente es el centro de la práctica de la unión con Dios. El propósito de la práctica de la unión con Dios (también llamada yoga) es dominar la mente, para evitar que se apegue a los objetos de los sentidos. Además, el efecto del yoga debe ser educar la mente, para que pueda sacar al alma condicionada de la ignorancia en la que se mantiene.

En la existencia material, todo el mundo es esclavo de la mente y de los sentidos; de hecho, es la mente la que nos da una falsa concepción de nosotros mismos, la que nos da el deseo de dominar la naturaleza material y la que hace que el alma esté presa en el universo material. Si la mente se dirige de tal manera que no se deje fascinar por el brillo de la materia, el alma escapará a su condicionamiento. Bajo ninguna circunstancia debemos complacernos con los objetos de los sentidos, pues por un proceso de degradación nos empantanan cada vez más en la existencia material. La mejor manera de liberarnos de este atasco es ofrecer a nuestros pensamientos un solo objeto: Dios.

La mente es la causa del aprisionamiento del hombre en la materia, pero también de su liberación. Absorto en los objetos de los sentidos, aprisiona al ser; desprendido de los objetos de los sentidos, lo libera. La concentración de la mente en Dios trae así la liberación definitiva.

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