Logos 209
El materialista no cree que todo en la naturaleza está planeado y supervisado, y no es consciente de que si hace algo malo, los seres celestiales y el Señor Supremo lo presencian.
Se entrega a los placeres sexuales ilícitos y, cegado por el deseo, cree que nadie le observa. Sin embargo, los agentes del Señor Supremo registran cuidadosamente los actos culpables, y por lo tanto será castigado de tantas maneras. En la actualidad, muchos embarazos se deben a relaciones sexuales ilícitas y a veces se interrumpen deliberadamente mediante el aborto. Los agentes del Señor Supremo son testigos de estos actos pecaminosos, y el hombre y la mujer, responsables, son posteriormente castigados por las estrictas leyes de la naturaleza material. Las actividades sexuales ilícitas nunca tienen excusa, y quienes se entregan a ellas son castigados de por vida.
El Señor dice: «Los tales, renacidos vida tras vida en la especie demoníaca, nunca pueden acercarse a Mí. Poco a poco se hunden en la condición más siniestra de la existencia».
Dios, la Persona Soberana, no permite que nadie viole las estrictas leyes de la naturaleza material; por lo tanto, la vida sexual ilícita es castigada vida tras vida. De hecho, los embarazos que se producen son no deseados y dan lugar a abortos. El hombre y la mujer implicados en estos pecados se convierten en responsables de los mismos, por lo que deben sufrir el mismo destino en la próxima vida: ellos también deben entrar en el vientre de una madre y ser asesinados de la misma manera. Sin embargo, todo esto puede evitarse si uno permanece en el plano espiritual de la Conciencia de Dios; de esta manera, no se comete ninguna falta. Por último, cabe señalar que la vida sexual ilícita es la falta más importante causada por la concupiscencia. Quien se pone bajo la influencia de la pasión está condenado a sufrir vida tras vida.
Dios, sus ayudantes celestiales y los seres celestiales son testigos de nuestras actividades. No podemos ocultarles nada, porque lo saben todo sobre nosotros. Los miembros de algunos grupos religiosos, especialmente los cristianos, no creen en la ley del karma, que establece que toda acción tiene una consecuencia. El alma encarnada y condicionada en este mundo material cree que puede actuar subrepticiamente, sin que nadie se dé cuenta de sus fechorías, pero hay muchos testigos, entre ellos los seres celestiales y el Alma Suprema, Dios en Persona, presente en el corazón del alma individual. ¿Cómo se puede hablar entonces de falta de testigos?
El Señor Supremo y los demás testigos existen, y por eso muchos seres son elevados a los sistemas planetarios superiores o relegados a los mundos inferiores, a los planetas infernales del infierno. No hay lagunas, porque todo se desarrolla perfectamente bajo la guía del Señor Supremo, Dios. Así, cada uno sufre por los actos realizados en su vida anterior, una próxima existencia que es agradable y próspera, o difícil, infeliz y llena de sufrimiento. Quien escapa a la justicia de los hombres nunca escapará a la del Señor Supremo.
Quien se entrega a Dios y le sirve con amor y devoción, ve desaparecer todas sus dificultades y sufrimientos, porque sus actos no conllevan ninguna consecuencia.