Palabras de sabiduria, la sabiduria de Dios
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Logos 204

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El Señor dice: «Debido a la ignorancia, los materialistas no saben nada de su verdadero interés, del camino hacia el éxito en la vida; sus deseos concupiscentes los atan al disfrute material y todos sus planes están diseñados para ese fin. Para la efímera satisfacción de sus sentidos, estos individuos crean una sociedad basada en la envidia. Este estado mental los hunde en un océano de sufrimiento, y en su necedad ni siquiera se dan cuenta.»

«Nunca me muestro a los tontos o a los estúpidos; por Mi poder interno estoy velado de ellos. Por lo tanto, este mundo equivocado no Me conoce, Yo el No Nacido, el Imperecedero».

La vida continúa de un cuerpo a otro, y los actos realizados en esta vida dan sus frutos de sufrimiento o placer en la siguiente, o incluso en esta. El ser desprovisto de inteligencia y carente de visión para discernir el futuro, sólo puede hacer enemigos y luchar contra sus semejantes para asegurar la satisfacción de sus sentidos. Como resultado, tendrá que sufrir en su próxima vida. A pesar de ello, siendo como un ciego, sigue actuando así y se prepara así para un sufrimiento sin fin. Tal persona es llamada un tonto, porque simplemente está perdiendo su tiempo, y no entiende el servicio devocional ofrecido al Señor. Aunque son ignorantes, la gente llama a hombres igualmente ciegos para que los guíen, de modo que ambos están expuestos a una condición miserable. Así, un ciego lleva a otro ciego al precipicio.


Logos 205

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El Señor dice: «Aquel que desea fervientemente volver a Dios, a su morada original, debe considerar la misericordia del Señor Soberano como el bien último y el objetivo principal de la existencia. Ya sea un padre que educa a sus hijos, un maestro espiritual que guía a sus discípulos o un rey que aconseja a sus súbditos, cada uno debe instruir a los suyos como yo he hecho con vosotros. Y aunque el discípulo, el hijo o el súbdito se muestre a veces incapaz de seguir las instrucciones, hay que seguir instruyéndolo sin enfadarse. En cuanto a los ignorantes que se entregan a actos virtuosos o impíos, se les debe hacer participar de alguna manera en el servicio devocional; además, deben evitar siempre la acción interesada. ¿Qué se ganaría sometiendo a actividades kármicas a un discípulo, a un hijo o a un ciudadano que está privado de visión espiritual? Se actuaría como quien conduce a un ciego a un pozo profundo y le hace caer en él.»

El Señor añade: «Que el sabio no moleste al ignorante que se apega a los frutos de sus obras. No hay que animarles a la inacción, sino a impregnar cada uno de sus actos de amor y devoción.»

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