Logos 131
En efecto, nadie puede dedicar todo su ser al Señor si no está ya completamente libre de todas las consecuencias de sus pecados.
Pertenecer a un linaje elevado, poseer una gran riqueza, disfrutar de un vasto aprendizaje y tener un físico agradable son frutos de las acciones virtuosas realizadas en el pasado y en la vida anterior. Pero tales bienes no son suficientes para recibir la gracia del Señor y servirle con absoluto amor.
Sólo las almas puras, las que observan los principios reguladores de la vida espiritual tal como se prescriben en las sagradas escrituras, son aptas para practicar el servicio de amor y devoción que ofrecen a Dios, y pueden así alcanzar, mediante la meditación pura, la naturaleza de la conciencia pura. Quien ha desarrollado su conciencia de Dios puede disfrutar de la compañía de almas puras, de seres santos. Entonces es posible que entre en contacto con el Señor incluso durante su existencia en este mundo. Los hombres que van a los lugares sagrados son absueltos de sus faltas, y tales lugares están esparcidos por toda la galaxia con el único propósito de facilitar a todos aquellos que están deseosos de llevar una vida de pureza y perfecta realización de Dios.
Dios, la Persona Suprema, está más allá de la percepción de nuestros sentidos materiales. Nuestros ojos materiales no pueden verlo, ni nuestros oídos materiales pueden oírlo. Podemos percibir al Señor sólo en la medida en que nos dedicamos a su servicio, o en la medida en que nuestras vidas están libres de actividades pecaminosas.
Está escrito: «Aquellos que están en éxtasis despertados por el amor del Señor Supremo, Dios, siempre lo ven en sus corazones a través del servicio amoroso y devocional que le ofrecen».