Logos 115
El ser espiritual divino que somos, inmerso en la ilusión, adopta innumerables formas, cuerpos materiales que le da la energía externa del Señor, la naturaleza material.
Los diversos cuerpos que toman los distintos seres espirituales son tantos disfraces que son dados por la energía externa e ilusoria del Señor, con el fin de satisfacer sus deseos de disfrute material según uno u otro de los tres gunas, los modos de influencia de la naturaleza material; virtud, pasión, ignorancia. En efecto, la energía material, o energía externa, está constituida por las tres gunas, la virtud, la pasión y la ignorancia. Incluso cuando actúa dentro de la naturaleza material, el ser separado goza de un cierto grado de libre albedrío por el que puede elegir tomar cualquiera de los cuerpos materiales que le ofrece la energía externa.
En realidad, hay 900.000 especies de agua, 2.000.000 de especies de plantas, 1.100.000 de especies de reptiles y gusanos, 1.000.000 de especies de aves, 3.000.000 de especies de mamíferos y 400.000 de especies de seres humanos, todo ello incluyendo las 8.400.000 variedades de cuerpos que se encuentran en los distintos planetas de las innumerables galaxias. Así continúan las andanzas del ser distinto, el ser humano, por efecto de innumerables transmigraciones, respondiendo así a la llamada de las diversas formas de deseos materiales que lo habitan.
Logos 116
Al final de los tiempos, el Señor mismo, en la forma de Rudra, el destructor de los mundos, aniquilará toda la creación. Toda la creación es obra de Dios, la Persona Suprema, en su forma de Brahma. Lo sostiene en su forma de Visnu y lo destruye en su forma de Rudra o Siva. La creación, el sostenimiento y la destrucción o el fin del mundo se realizan así a su debido tiempo.
El alma encarnada y condicionada por la materia, que en su falta de perspicacia considera este mundo temporal como su morada permanente, debe comprender inteligentemente la razón de ser de este ciclo de creación y destrucción. Aquellos que se aferran a los frutos de sus actos en este mundo, que quieren crear gigantescas residencias, grandes empresas, enormes potencias industriales y otros proyectos a gran escala, no son conscientes de que al final tendrán que abandonarlo todo en contra de su voluntad para comenzar otra existencia en la que se repetirá el mismo ciclo.
Para dar esperanza a esos seres insensatos que malgastan su energía en este mundo efímero, el Señor revela que hay otro mundo que es eterno y no está sujeto a un ciclo de creación y destrucción. También afirma que al alma condicionada le es dado comprender cómo debe actuar y utilizar su preciosa existencia. En lugar de malgastar la energía en la manipulación de la materia, que por la voluntad suprema está condenada a una destrucción irreparable, el alma condicionada debe utilizar su energía en el servicio amoroso al Señor, para que pueda entrar en ese otro mundo que no conoce el nacimiento y la muerte, ni la creación y la destrucción, sino que ofrece una existencia eterna, llena de conocimiento y dicha. Así, la creación se manifiesta temporalmente y luego se destruye con el único propósito de instruir al ser condicionado que permanece apegado a lo efímero. Por lo tanto, también está destinado a permitirle alcanzar la realización espiritual.