Logos 114
En realidad, al final de la vejez el alma transmigra a un nuevo cuerpo determinado por los actos que ha realizado durante su vida.
En efecto, es el alma espiritual la que crea su propio cuerpo por la fuerza de sus deseos personales. La energía externa del Señor, la naturaleza material, simplemente proporciona la envoltura material particular a través de la cual sus deseos pueden ser plenamente satisfechos. El tigre, por ejemplo, en su existencia anterior ciertamente deseaba saborear la sangre de otros animales, y por la misericordia del Señor, ahora está dotado por la energía material con un cuerpo que corresponde a sus deseos sanguinarios. Del mismo modo, aquel que desee obtener un cuerpo celestial en un planeta superior también se verá satisfecho por la misericordia del Señor. En cuanto al que tiene la inteligencia de desear un cuerpo espiritual que le permita disfrutar de la compañía del Señor, también verá cumplido su deseo. Cada uno puede usar la pequeña cantidad de libertad que le corresponde, y el Señor es tan bondadoso que concederá a cada uno el cuerpo particular al que aspira.
Los innumerables cuerpos materiales que los seres encarnados deben asumir en este mundo tienen su origen en los falsos conceptos de «yo» y «mío». El concepto material de la existencia, que en el alma condicionada se refleja en la política, la sociología, la filantropía, el altruismo, etc., se basa, pues, enteramente en esta noción de «yo» y «mío», que nace de un poderoso deseo de disfrute material. Esta identificación del ser con su cuerpo y su lugar de nacimiento, es decir, el lugar donde se ha puesto este cuerpo, que se manifiesta en diversas nociones materiales, como el socialismo, el nacionalismo, el apego a la familia, etc., tiene como única causa el olvido de la verdadera naturaleza del alma individual. Pero que el ser así condicionado entre en contacto con un maestro espiritual genuino, y toda la ilusión será barrida.