Logos 122
El Señor revela que existe otro mundo, eterno, y no sujeto a un ciclo de creación y destrucción.
También aclara que al alma encarnada y condicionada le es dado comprender cómo debe actuar y utilizar su preciosa existencia. En lugar de malgastar la energía en la manipulación de la materia, que por voluntad suprema está condenada a la destrucción irremediable, el alma condicionada debe utilizar su energía en el servicio amoroso al Señor, para poder entrar en ese otro mundo que no conoce ni el nacimiento ni la muerte, ni la creación ni la destrucción, sino que ofrece una existencia eterna de conocimiento y dicha.
Así, en verdad, la creación se manifiesta temporalmente y luego se destruye con el único propósito de instruir al ser condicionado que permanece apegado a lo efímero. Por lo tanto, también está destinado a permitirle alcanzar la realización espiritual, mientras que los seres apegados a los frutos de sus acciones ven la búsqueda del placer de los sentidos como el objetivo principal de su existencia y no son conscientes de que el universo material es un mundo de sufrimiento y peligro perpetuos.
Recordemos siempre que la creación material existe sólo para la salvación de las almas condicionadas. En efecto, es con este propósito que el Señor, por Su misericordia sin causa, desciende a varios planetas de este mundo y realiza Sus actos espirituales y absolutos.