Logos 111
Sólo la austeridad, la penitencia, la restricción o la abstinencia, permiten la realización del verdadero EGO.
La austeridad es, en verdad, la belleza y la riqueza de las personas puras o de las almas puras y del orden de la renuncia. Según la filosofía de la ciencia de Dios, esta austeridad constituye la única meta de la existencia para todos los seres humanos, porque sólo a través de la austeridad puede realizarse el verdadero ser. El objetivo de la existencia es precisamente la realización del yo, no la búsqueda del placer de los sentidos. Este camino de austeridad se estableció al principio de la creación, y fue el Supremo Maestro Espiritual, Dios, quien lo enseñó a Brahma, el primer ser creado, que lo adoptó.
Sólo el camino de la austeridad permite aprovechar al máximo la vida humana, a diferencia del estilo de vida animal de una civilización sofisticada. El animal no conoce nada más que el placer de los sentidos. Su única preocupación es comer, beber y disfrutar tontamente de la vida.
El ser humano, por el contrario, está hecho para observar la austeridad y así volver a Dios, a su hogar original.
Logos 112
El reino de Dios es real y no un mito. Es un mundo real que se diferencia de nuestro universo material por su naturaleza absoluta, de esencia puramente espiritual, todo conocimiento, dicha y eternidad.
Sólo a través del servicio devocional, el servicio de amor y devoción a Dios, se puede acceder y entrar en el conocimiento de este mundo espiritual, que está mucho más allá del mundo material. El servicio devocional permite conocer al Señor Supremo, y quien conoce la soberanía del Señor es capaz de entenderlo todo. Este es el veredicto de las sagradas escrituras originales, «el verdadero evangelio». El conocimiento del conocedor del Supremo lo abarca todo.
Quien aspire a esa perfección tendrá que buscar la misericordia del Señor, pues no hay otro recurso. Buscar el conocimiento confiando en los propios esfuerzos es una auténtica pérdida de tiempo.
Logos 113
El ser humano debe establecerse en el nivel espiritual y absoluto, donde ni el tiempo ni la energía material ejercen su influencia.
En el estado condicionado de la materia, el ser espiritual encarnado sujeto a la acción del tiempo vive en un sueño que consiste en pasado, presente y futuro. Los devotos de la especulación intelectual tratan de superar la influencia del tiempo imaginando que se convierten en el Señor Supremo, simplemente cultivando el conocimiento y sometiendo el ego. Sin embargo, este proceso es imperfecto.
El camino perfecto es reconocer a Dios como la realidad suprema de todo lo que es, y la más alta perfección del conocimiento es entregarse a Él, sabiendo que es la fuente y el origen de todas las cosas. Sólo ese nivel de conciencia nos liberará de los falsos conceptos de «yo» y «mío», que nos hacen olvidar nuestra verdadera identidad, y nos permitirá saber que somos, en verdad, entidades espirituales, almas espirituales.